No necesito más infiernos,
de miradas sin vernos,
ni truenos de voces que no estallan.
Yo necesito manos,
que se vuelque en caricias
y labios que besando hablan.
No soy:
ni dios ni legión, ni nada.
Quizás, con el tiempo seré,
un suspiro de pecho
y un brillo colgado de la madrugada.
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