A la fatal risa de tus miedos me asomo,
soy la escondida conciencia,
de mil males sin remedio.
De tu ayer,
¿qué queda, la tosca piel marchita,
el rojo atardecer que en tu fofa carne
dibuja el exceso de brandy?
Aún estoy viendo tu risa
y la vergüenza de quien;
para ti se volvió diana.
Has vertido tantas ajenas lágrimas,
que no siento piedad.
Son hoy esos jinetes,
los mismos que ayer tú boca azuzaba,
los mismos que hoy,
te escupen en la cara.
Rafa Marín
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