Serpenteando al pie de unos viejos
árboles, a ratos cortos y desiguales, el camino es sol o sombra; nada de esto
perturba los rítmicos y decididos pasos de la jovencita, de melena enmarañada y
cara de enfado. A su lado un niño pequeño se afanaba por no rezagarse.
Al final de la curva, la zigzagueante
vereda gira bruscamente a la derecha. La chica se detiene y el niño que la
sigue se tropieza con ella. Esta lo mira entre preocupada y ausente. El niño
levanta la mirada y con voz temblorosa dice:
- No hace falta Ana, solo era un trozo de
pan.
- No, peque. Era tu trozo de pan, la
ración de un día.
- Pero no quiero que te arriesgues por mí,
Ana.
- Si cedemos hoy, mañana será otra cosa y
después otra y otra más. ¿Lo entiendes...?
El niño agachó la cabeza y lloriqueo.
Ana se acuclilló frente a él y mirándolo
con ternura le dijo:
Tranquilo, no es culpa tuya...no va a
pasar nada. Sonrió y comenzó a caminar de nuevo.
Con movimiento descuidados, mete la mano
en la bolsa bandolera que le cuelga de un costado, al sentir el frío tacto del
acero, su sonrisa se vuelve una mueca malévola, es lo suficientemente
expresiva, para que el niño rompa a llorar de nuevo.
Mientras, un par de km más adelante, un
hombre grande y muy corpulento se dedica a cortar leña, el otoño avanza y hay
que prepararse para el largo invierno.
Dentro de la cabaña todo está listo, carne
congelada en abundancia, verduras y café, algunas golosinas y como no, un trozo
de pan que ha robado al pequeño.
No sabe porque lo ha hecho, pero ese par
de críos no sobrevivirá al invierno. Qué más da que le haya quitado un trozo de
pan de su ya exigua ración de alimento, sonriendo se puso a su faena con
tranquilidad.
El grito do sonó como un trueno...
- Thomas! THOMAS!
El hombre dejó de cortar leña y miró
incrédulo, ahí estaba la jovencita y su hermanito. Se le escapó una carcajada e
incluso la acompañó con un movimiento que fingía ser miedo.
Luego, se plantó delante de Ana y
mirándola como miraría un oso a una cría de ciervo le preguntó.
- No habrás venido a por el pan? Volvió a
reírse.
La joven lo miró y temblando de cansancio,
impotencia e ira, le dijo.
- Thomas, sabes que el invierno es duro,
que hasta la última caloría es necesaria, por qué nos robas ?
- Y, que vas a hacer ricura?
Vas a ofrecerme algo a cambio por el
mendrugo de pan?
Si tú quisieras ... continuó con voz
ronca, a la vez que daba un paso.
Ana, sacó el revólver, le apuntó con él y
no hizo ningún gesto que evidenciara miedo.
Thomas, arqueando una ceja y digo...
- Me vas a matar por un mendrugo de pan?
Ana negó con la cabeza...
Te voy a matar por la cabaña, por la leña
y por todos los alimentos que tienes almacenados.
Sonó un disparo, luego sonaron tres más.
Ana miró a su hermanito y sonriendo le
dijo.
- Ves, peque, ahora él también será parte
de las provisiones.
El chico la miró y sonriendo preguntó.
- Ana, no mudamos de casa?
Fin
Rafa Marín
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