Miro al fondo de ese mar,
que son sus cálidos ojos;
rebalso donde descansar,
de esta vida y sus antojos.
Feliz cuando se dejan mirar,
no existe para mí otro gozo;
su pura belleza contemplar,
enamorado a ellos me asomo.
Cada noche a su mirada,
cual siervo devoto miro;
no quiero lunas reflejadas.
Solo la paz de sus brillos,
elevan mi voz que habla;
volviendo verso mis delirios.
que son sus cálidos ojos;
rebalso donde descansar,
de esta vida y sus antojos.
Feliz cuando se dejan mirar,
no existe para mí otro gozo;
su pura belleza contemplar,
enamorado a ellos me asomo.
Cada noche a su mirada,
cual siervo devoto miro;
no quiero lunas reflejadas.
Solo la paz de sus brillos,
elevan mi voz que habla;
volviendo verso mis delirios.
Rafa Marín
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