Desde tu inexpugnable torre miras,
como solo pueden mirar las reinas.
Con ese mohín que sin invitar
a las miradas a soñar invitan.
Mis ojos que son pecado,
con cada parpadeo se incendian,
verse en los tuyos reflejados,
deseo, látigo que los apremia.
La muerte es quien los guia;
audacia que no te nombra,
el miedo calló mi boca y mi paciencia.
Rafa Marín
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