El espejo saltó en mil pedazos y su puño
comenzó a sangrar. El reflejo distorsionado de sí le devolvió a la realidad.
Miró a la mujer desnuda sobre la cama
deshecha y vio la profundidad de su triste mirada.
- ¿Por qué? Articuló a decir. - ¿Qué
quieres de mí?
Por la mejilla de la mujer se deslizó una
silenciosa lágrima.
Se sintió un monstruo, un ser
despreciable. Permaneció un momento de pie y en silencio, como una estatua
desnuda de Héctor herido por Aquiles.
Se acercó al galán y tomando su cartera,
dejó junto a la mujer todo el dinero que contenía.
Ella musitó.
- No hace falta tanto.
Él no respondió, ya miraba ausente por la
ventana.
Sin volverse, oyó como se vestía y el taconeo
de sus pasos hasta la puerta.
No supo cuanto tiempo permaneció allí,
junto a la ventana.
Anochecía cuando se volvió hacia la cama,
sobre ella estaba su dinero. Noto la herida palpitante en su mano y un vacío en
el pecho.
Se aseo y una vez vestido, salió a la
noche.
Caminó sin rumbo y se detuvo frente a un
escaparate, los ojos muertos de los maniquíes le recordaron su naturaleza.
Sonrió tristemente y vago el resto de la noche.
Se despertaba ya el amanecer entre brillos
y tráfico cuando se percató de que dos hombres le seguían.
Torció la esquina y se amagó en la entrada
de una tienda, oyó a los hombres acercarse y mascullar al no verle.
Pasaron junto a él sin verle, miró su
reflejo en el cristal y se iluminó un fuego en su mirada.
- ¡EH! Les gritó en la penumbra del
callejón.
Despertó en la cama, tenía la boca pastosa
y estaba bañado en sangre. En un principio no recordaba ni quién era. Poco a
poco su mente y sus recuerdos se aclararon.
Miro el espejo roto de la habitación y
desafió al reflejo distorsionado que le miraba.
Sonaron golpes en la puerta.
Se acercó dócil, él lo hizo y debía
entregarse.
Abrió y en el umbral estaba ella.
- Te quiero a ti, le espetó desafiante, y
antes de que él pudiera responder, entró y lo arrastró a la cama ensangrentada.
Se dejó amar y amó, como si no hubiera un
mañana, quizás no lo haya, se dijo mirando al espejo que reflejaba dos seres
entrelazados, ella con alas blancas y él, con las suyas emplumadas de negro.
Fin
Rafa Marín
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