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jueves, 28 de febrero de 2019

Me sorprendió

Me sorprendió su voz,
canto alegre de jilguero,
posado en la rama.
Tan dulce la sentí yo,
como se siente un te quiero,
de la boca que amas.
Un regalo de la sinrazón,
convertido en verbo
y prendido en viva llama.
Amaneceres sin dolor,
mirar sus ojos sinceros,
que en silencio claman.
Rafa Marín

Eres ese misterio

Para siempre,
esa fue la promesa que me hice.
Te amo, como sólo yo sé amarte.
No me preguntes por qué,
pues ya dejé de preguntarme.
Eres ese misterio,
que cada madrugada,
se cuela en mis sueños
y me hace siempre feliz.

Rafa Marín

Sólo tú

Eres tú quien me supera,
quien me invita a vivir.
Saber, que aunque la vida me golpea,
sólo tú, eres la que está ahí.
A veces cansada o triste,
pero con tu cálida mirada
y un tierno beso para mí.
Me atrapan mis demonios,
en las largas madrugadas,
pero con solo pensar en ti,
aparece el limpio sol de la mañana
y me grita, chico no temas,
ella siempre estará ahí.
Con sus manos sedientas,
con su amor que te alienta,
esperando que vuelvas;
para hacerte otra vez feliz.
Rafa Marín

Andalucía

A esta tierra que no es mía,
sino de los que la vendieron,
quiero darle mi vida,
en mis venas la siento.
Maltratada por las injusticias,
de ella los ricos comieron
y a los pobres con mentiras,
siempre los van convenciendo.
¡Ay! Pobre tierra, Andalucía,
regada estás con sangre,
tributo de los que murieron,
por defender a una República,
que se ha convertido en reino.
¿Dónde están tu honor y tu gente?
¿Dónde sus valientes herederos?
Se fueron quizás a los campos,
para celebrar que te vendían,
callando su voto mientras reían.

Rafa Marín

miércoles, 27 de febrero de 2019

No sueño ya

No, no sueño ya,
con una vida llena,
de ti y de tu paz.
Seré viento que sopla,
la enea en la ribera,
un susurro en la noche
y de los esteros la sal.
Seré espuma en la cresta,
barco que solitario va;
con horizonte navega.
Un adiós que no sonará,
como la lluvia suena,
pura sobre el cristal.
Rafa Marín

Son la nada

De esa nada que llaman sentimientos,
de esa pétrea mentira se llenan,
sus desolados desiertos.
Son los cazadores de almas,
los arrecifes, mar incierto;
conciencias ya devastadas,
por los duros palos del tiempo.
De su voz escrita que clama,
como fríos bloques de hielo.

Rafa Marín

Amanece

Amanece y entre brumas mi voz,
cual gorrión que se levanta,
busca una rama frente a tu puerta.
Ya no hay migas, ni siquiera,
una débil luz en tu ventana.
Sólo la crueldad del céfiro,
mis ojos con tu ausencia araña.
Ayer, cuando aún te soñaba,
me inundó tu cálido ser,
besos bajo las carpas.
Rafa Marín

Tragicomedia

En esta tragicomedia,
en la que se mezclan vida
y orgullosos los actores,
cada cual entona a los dioses,
de su loca vanidad,
las cualidades mejores.
Yo, que nada puedo pregonar,
haré el silencio de las flores.
Sobre la arena cuatro palabras,
para que el infausto mar,
sin piedad las borré.
Que lejos queda la verdad,
cuando no hablan los pobres,
los llantos sin consolar,
las vacías manos de cobre;
a veces son tierra negra
y otras líneas de girasoles.
Rafa Marín

Te asomas

Cual reina tú te asomas,
como la luna al aprisco,
como el sol a los valles,
con tu belleza poderosa,
para hacerme hombre rico.
Pero al final, sombras,
oscuridad que persigo;
entre las laderas boscosas,
de este mar sin testigos.
¿Acaso amar no es lícito?
cuando tus besos se tornan,
almíbar de mis delirios,
sueños que no nombran,
convertidos en castigo.
Rafa Marín

Crisol y vanidad

En este crisol de voluntades,
como si fuéramos todos,
el más preciado de los metales,
pedimos fundirnos como plomo.
Necesitan fuego a raudales:
el oro, el acero y el cromo,
y la brasa nos hace maleables.
¡Ah! Pobre ventura de locos,
en su infierno de necedades.
Rafa Marín

martes, 26 de febrero de 2019

Llega esta hora

Llega esta hora de sol alto,
la del hambre que camina,
la que en el suelo va dibujando,
como flores sombras chicas.
Llega la hora en que me marcho,
como se va la banda y su música.
Pediremos paz a los balcones,
que no ondeen en mi tierra:
ni banderas ni consignas.
Sólo la verdad de ojos que miran,
poniendo el alma y el empeño,
voces convertidas en brisa,
cantando por lo que es bello.

Rafa Marín

No soy

No necesito más infiernos,
de miradas sin vernos,
ni truenos de voces que no estallan.
Yo necesito manos,
que se vuelque en caricias
y labios que besando hablan.
No soy:
ni dios ni legión, ni nada.
Quizás, con el tiempo seré,
un suspiro de pecho
y un brillo colgado de la madrugada.

Somos

Somos también a veces,
un torpe desencuentro,
como dos hojas caídas,
que separa el viento.
Un recorrer la calle,
esquinas sin tiempo;
aceras siempre malditas,
que sólo saben de sueños.
Una verdad escondida,
que anhela los juegos,
aunque para todos diga:
no es eso lo que quiero.
Somos miradas de lejos,
una verdad que conspira,
la nada entre los dedos,
aferrándose a la vida.
Rafa Marín

domingo, 24 de febrero de 2019

Te imagino

Junto al verde de los campos,
se traza un línea que zigzaguea,
amarilla como el trigo
y dura como una piedra.
Unos la llaman camino,
yo la llamaré mi vida.
Soledad que a veces persigo,
porque tu verdad no muestras.
A veces también te imagino,
nube que se va entre silencios,
difuminándote en el claroscuro,
del lejano y frío horizonte.
A veces, porque no es siempre;
otras, como mujer te adivino,
paz que en mis brazos se enreda,
luz que es en la noche hogar
y destino y también buena marea.
Rafa Marín

El viaje ( relato corto)


La taquilla estaba abierta, se acercó con su reluciente moneda de oro, el taquillero  lo miró con su sonrisa siniestra.

- No tengo cambio. Dijo sin apenas levantar la voz.

- Pero, yo necesito entrar. Contestó el hombre, entre desesperado y enfadado.

- Deme pues esa moneda.

- ¿No le parece que es mucho precio por un solo viaje? Pregunto el hombre cansinamente.

- Usted sabrá, repuso el otro, tras un cristal que parecía gastado por los años.

El hombre dio media vuelta y se detuvo a unos metros de distancia, había algo que le retenía, como si una voz lo llamase insistente y dulce a la vez.

Lucho contra la llamada, se resistió, pero poco a poco se iba acercando a la taquilla. En ella, el otro sujeto esperaba, no parecía mover un solo músculo de la cara.

El hombre, haciendo un vano intento, preguntó.

- ¿Podré al menos hacer más de un viaje, verdad?

- No, contestó, normas de la casa.

Se volvió a alejar, esta vez sin ganas. Volvió a sentir esa irresistible fuerza que le llamaba; se dio por vencido y regresó.

- Sea, dijo depositando la moneda sobre la tarima.

Se oyó como esta caía sobre otras monedas que no pudo ver.

Se abrió una puerta y el hombre pudo pasar. Un camino solitario conducía al embarcadero, el hombre se sintió feliz y sin saber por qué, ofreciendo su mano al otro se presentó.

- Me llamo, Antonio.

El otro, ignoró la mano tendida y contestó.

Yo soy Caronte.

Fin

Rafa Marín


Narciso

Némesis te quiso castigar,
y sobre tu reflejo te lanzas,
tan enamorado de ti vas,
solo es agua lo que abrazas,
escrita tu vida aquí está.
Floreces como flor blanca,
solo tu belleza sabes amar.
Las ninfas ríen y cantan,
ahora te pueden abrazar;
Narciso háblanos de tu mal;
tú que no puedes caminar,
pues solo la corriente avanza,
ves la vida que te deja atrás,
llenando tus penas con alabanzas.
Rechazaste a Eco la insustancial,
como rechazaste a todas las demás.
Paga ahora por tu ego y crueldad,
viendo en el remanso la vida pasar.
Rafa Marín

miércoles, 20 de febrero de 2019

Amante de mi voz

Amante del amanecer,
entre gasas y fuentes.
Nereida y también pléyade
y sirena presta a la sangre;
que de mi herida mana.
Así eres cada amanecer,
insaciable oído de mi voz,
que en este claroscuro,
es alondra que sutil canta.
Amante de un sin querer,
que cada día te atrapa,
para verte ahora renacer,
río en su cauce de plata.
En la noche eres hambre,
caricias que entretejes,
con el eco de mis palabras;
sueño que nos verá perecer.

Rafa Marín

Mar oscuro

De este mar oscuro emergen,
como las almas de los marineros,
muertos tus ayes.
Un, ¿qué quieres? escapa;
no se llevar mi cuerpo,
más que de mí cama
al futuro incierto,
de cuatro luces apagadas,
en el faro de los desconciertos.
Soy como esa puta pagada,
no se de amores ni aciertos.

Rafa Marín

Me asomo

A la fatal risa de tus miedos me asomo,
soy la escondida conciencia,
de mil males sin remedio.
De tu ayer,
¿qué queda, la tosca piel marchita,
el rojo atardecer que en tu fofa carne
dibuja el exceso de brandy?
Aún estoy viendo tu risa
y la vergüenza de quien;
para ti se volvió diana.
Has vertido tantas ajenas lágrimas,
que no siento piedad.
Son hoy esos jinetes,
los mismos que ayer tú boca azuzaba,
los mismos que hoy,
te escupen en la cara.

Rafa Marín

martes, 19 de febrero de 2019

Luna blanca

Limpia está en el cielo,
sobre el éter cabalga,
blanca su cara blanca,
siempre adiós diciendo.
Hoy hasta a los luceros,
con su grandeza acalla.
Blanca, ahí sin miedos,
mi boca a ella le canta.
No me mira y yo la quiero,
tan pura su cara blanca,
tapando con su luz al universo.
Blanca la quiero blanca,
Selene por nombre te dieron,
pero tú luces tan blanca,
como esa luna en el cielo.

Rafa Marín

Mis problemas

Todos mis problemas se sumergen,
en este frío baño de olvido;
él es quien siempre me vence,
¿cómo luchar conmigo mismo?
Todos los problemas se desvanecen,
como en mi cabeza los sueños queridos.
Días, semanas, meses...
siempre fueron tiempo perdido.
Todos mis problemas,
una hiedra que solo crece y crece,
esta maldita raíz de mi ombligo.
Rafa Marín

El reflejo ( relato corto)


El espejo saltó en mil pedazos y su puño comenzó a sangrar. El reflejo distorsionado de sí le devolvió a la realidad.

Miró a la mujer desnuda sobre la cama deshecha y vio la profundidad de su triste mirada.

- ¿Por qué? Articuló a decir. - ¿Qué quieres de mí?

Por la mejilla de la mujer se deslizó una silenciosa lágrima.

Se sintió un monstruo, un ser despreciable. Permaneció un momento de pie y en silencio, como una estatua desnuda de Héctor herido por Aquiles.

Se acercó al galán y tomando su cartera, dejó junto a la mujer todo el dinero que contenía.

Ella musitó.

- No hace falta tanto.

Él no respondió, ya miraba ausente por la ventana.

Sin volverse, oyó como se vestía y el taconeo de sus pasos hasta la puerta.

No supo cuanto tiempo permaneció allí, junto a la ventana.

Anochecía cuando se volvió hacia la cama, sobre ella estaba su dinero. Noto la herida palpitante en su mano y un vacío en el pecho.

Se aseo y una vez vestido, salió a la noche.

Caminó sin rumbo y se detuvo frente a un escaparate, los ojos muertos de los maniquíes le recordaron su naturaleza. Sonrió tristemente y vago el resto de la noche.

Se despertaba ya el amanecer entre brillos y tráfico cuando se percató de que dos hombres le seguían.

Torció la esquina y se amagó en la entrada de una tienda, oyó a los hombres acercarse y mascullar al no verle.

Pasaron junto a él sin verle, miró su reflejo en el cristal y se iluminó un fuego en su mirada.

- ¡EH! Les gritó en la penumbra del callejón.

Despertó en la cama, tenía la boca pastosa y estaba bañado en sangre. En un principio no recordaba ni quién era. Poco a poco su mente y sus recuerdos se aclararon.

Miro el espejo roto de la habitación y desafió al reflejo distorsionado que le miraba.

Sonaron golpes en la puerta.

Se acercó dócil, él lo hizo y debía entregarse.

Abrió y en el umbral estaba ella.

- Te quiero a ti, le espetó desafiante, y antes de que él pudiera responder, entró y lo arrastró a la cama ensangrentada.

Se dejó amar y amó, como si no hubiera un mañana, quizás no lo haya, se dijo mirando al espejo que reflejaba dos seres entrelazados, ella con alas blancas y él, con las suyas emplumadas de negro.



Fin

Rafa Marín


En mi pecho

En mi pecho que sangra,
entierras tus delicadas
y también duras garras.
De rojo sangre te salen,
pulidas y bien bañadas;
que dolorosa es tu pasión.
Ocultando risa y mirada,
muestra sólo medio sol.
AY! Corazón y tu guadaña,
matas de amor mi corazón;
cuando a tu voz engañas,
renegando de mi voz.
¿No son ciertas mis palabras?
Mira a mis ojos y dímelo,
pues tú no dudas nada,
y mil dudas tengo dentro yo.
Rafa Marín

Asomada a la ventana

Asomada a esta ventana,
seis rosas en la madrugada.
Rojas en su pasión.
Por el rocío están bañadas,
tan sublimes y delicadas,
que soñar es mi perdición.
Y aquí, más perdido que vivo,
moribundo sigo estando yo.
Mi faz al cristal pegada,
sin sentir el perfume
de cada bella flor.
Brilla este bendito sol,
ojos que son sólo miradas;
por una caricia reza mi corazón.
Rafa Marín

Hay una sed

Hay sed en el mundo,
en España también,
hasta en estas calles
que la lluvia baña.
Una sed de sinceridad,
libre de tanta patraña.
Una sed de vivir ahora,
sin miedo al mañana,
de mirar con la frente bien alta,
para decir que todo está bien.
Pero nada apaga esta sed;
cada día ellos la engañan,
disfrazando la verdad,
con soflamas a la grandeza.
Del peligro siempre hablan,
que se rompe esta unidad,
que no es unidad ni es nada,
porque no la dejan estar.
Rafa Marín

lunes, 18 de febrero de 2019

Yo te quiero

Yo te quiero en mi mirada,
como en la niebla castillo.
Tan vasto e inexpugnable,
tan fiero y tan bravío.
Yo te quiero en mi cama,
bellas puertas abiertas
y  ahora rastrillo caido,
de almenas orgullosas
y ojos de amor vencidos.
Te quiero sin nombre
y en tus soledades doña,
te quiero llamándome a gritos.
Te quiero llena de dudas,
entre mi dicha escondida,
también como sol y luna.
Rafa Marín

De ríos y montañas

Ancho y profundo río,
separando mis mitades;
torrentes llenos de frío,
cruzando las vastedades.
De este mundo no me fío,
lleno está de soledades,
a las alturas ahora miro,
están allí las verdades.
Las pura verde montaña,
que todo me lo ha dado,
ella nunca me engaña.
En la cima he encontrado,
paz que mi ser extraña
y que la gente a olvidado.
Rafa Marín

Trajo el amanecer

Trajo este amanecer,
otra dura despedida,
luz que quiso saber,
cosas de mi cruel vida.
Trajo quizás también,
una arrebolada mejilla,
que al poder comprender,
huyó por las esquinas.
Las verdades del ayer,
van dando por perdidas,
sueños al amanecer
y miradas de chiquilla.
Asomado a la madrugada,
quise ver sus ojos tiernos,
cuando la noche se acaba.
Ahí estaban los infiernos,
los que nunca se escapan,
los marcados al hierro.
Rafa Marín

Apareces

Apareces de entre la nada,
como la niebla en los campos;
pidiendo mi voz y mirada,
ocultándote a mis ojos.
¿Acaso debo buscarte?
De las montañas salí,
ya no me recordaba nadie.
Me pides que no te maltrate,
vienes pidiéndome tu paz,
sin que nadie te llame.
Ahora, ¿a que podemos jugar?
No soy mas que una voz parlante,
perdido en este frío lodazal.
Tú, cuando de verdad necesites,
pon la verdad y tu cara delante.
Se comunista y también amante,
ofrecerte sin velos inquietantes;
vienes de la nada otoñal,
eres la niebla en los campos,
un fantasma que quiere jugar.

Rafa Marín

domingo, 17 de febrero de 2019

Sobre la cama

Sobre la cama estoy tirado,
dueño quizás de esta razón,
que nadie nunca me ha dado.
Pienso cada día esto un montón,
cuando con nada he comulgado,
viviendo entre el dolor.
Aleluya! Aleluya! voy cantando,
mientras mis ojos amor,
de pena están llorando.
¿La verdad dónde quedó?
Quizás este rezando;
confundida entre el carbón,
de una larga noche de verano.
Ayer, cuando aún había perdón,
yo me negué a tender la mano;
preferí afrontar la maldición,
de tus ojos tristes y enamorados.

Rafa Marín

La cantera (relato corto)

El sol reverberaba sobre la cantera; un agujero grande y profundo, con paredes verticales de mármol blanco veteado. Allí, en lo más profundo, el cantero se afana a golpe de cincel, buscaba la pieza sin mácula, un trozo deslumbrante de metamórfica belleza.
Cada día, en su solitario tesón, martillaba sobre la roca, hora tras hora, perfilando líneas de ruptura y rezando por conseguir el más blanco mármol.
Pero el sol reverberaba y pegaba su visión, era tal la molestia que decidió no volver a bajar los días de sol.
Así, día tras día buscó, escusas primero y después solo hizo lo que creyó mejor.
Una tarde, cuando subía de su agujero profundo, la escala se partió. El cantero se precipitó al vacío y quedó allí, malherido.
La noche, se asomó a mirarlo y él se lamentaba, pero nadie acudió. Luego salió la luna y con su faz pálida iluminó un rincón olvidado por el cincel y la maza.
Los ojos delirantes del pobre cantero herido vieron la pureza de ese mármol que señaló Selene. Se arrastró y golpeó con delicadeza la piedra, por algún motivo olvidado, esta se le antojó dúctil y blanda, se afanó en su tarea y profundizó en la veta con ahínco y decisión. Al rallar el alba, un bloque de piedra cedió y arrastró con él a otro montón de bloques. El cantero quedó ahí, enterrado y olvidado en su cantera, abrazando a su piedra perfecta.
Cuentan, que la cantera se inundó y que al pobre desgraciado nadie lo echó en falta. Por eso sigue allí, en la profundidad abandonada de una cantera olvidada, pero abrazado a su piedra perfecta.
Que cada cual saque hoy su moraleja. Yo seguiré aquí, aferrado a mi luz cotidiana y diurna y a mi oscura soledad cuando se apaga la vela.
Fin
Rafa Marín

El conversador ( relato corto)

La comida fue suntuosa, a la hora de los postres, Pablo, se preparó para una sobremesa larga y amena. Se tenía por un buen conversador, o como decían todos, era dicharachero. El café aromatizaba el salón y tras arrellanarse en el sofá, pidió una copa de coñac.
A un lado estaba Don Francisco, coronel retirado y duelista reconocido, hombre visceral y por lo que se contaba eunuco por gracia de una bala de mosquete.
En frente Don Pascual, arzobispo y antiguo exorcista, del que se sabía y se callaba, su afición por las mujeres de edad próxima a la pubertad. Junto al eclesiástico se sentaba Don José, diputado conservador, siempre envuelto en claroscuros, mezclando política y turbios negocios y, con algún roce con la justicia, que iba dilatando merced a sus contactos con el poder. Y por último, Don Anselmo, un terrateniente, hombre brutal y arrogante, a quien temía hasta el propio coronel.
Todos al igual que Pablo, tomaron coñac y algunos encendieron vegueros y cigarrillos. Las mujeres, por supuesto, se refugiaron en el salón de té, una pequeña y discreta sala, donde podían ser ellas sin miedo a las miradas de sus maridos.
Pablo, se asomó a la tertulia de la mano del una noticia del diario el espectador. Se relataba en primera página, la revuelta de unos temporeros que fue reprimida por la policía rural, según se contaba, saltándose con la muerte y detención de los cabecillas. Don Pascual, enseguida abogó por la paz social y aunque podía entender las reclamaciones de esos poderes desgraciados, el imperio de la ley, era fundamental. Don Anselmo, criticó la mano suave de la justicia, ya que permitió que la muchedumbre escapara, permitiendo que estos pudieran volver a elegir nuevos líderes y se reorganizaran. Don José, disculpó a la ley, según su parecer, hay cierta necesidad de que esta sirva también a los desfavorecidos, el castigo había sido ejemplar y al campesinado le quedó claro cuál es la posición del Gobierno ante la anarquía. Don Francisco, apoyó al terrateniente y criticó duramente al capitán de la policía rural, al cual catalogó de pusilánime, bondadoso y cobarde.
Pablo, por su parte habló de los derechos del pueblo, de la necesidad de una mejora en la distribución de la riqueza y como no, de la igualdad de todos los habitantes de la nación.
Don Anselmo, miró con una media sonrisa llena de crueldad.
- ¿Derechos, dice usted? ¿Esa chusma de analfabetos ladrones?
- Si no fuera porque son necesarios para el trabajo, los eliminaría a todos. La esclavitud es lo único que merecen.
Replicó a estas palabras Don José.
-  Sea moderado Don Anselmo, los gastos del gobierno son muchos y con los impuestos del pueblo se sustentan esas necesidades.
Don Pascual, ironizó sobre las necesidades del gobierno y la verdadera necesidad del pueblo, que era la Iglesia y la fe en un único dios verdadero.
Pablo, no salía de su asombro, intentó rebatir estas palabras que oía, pero Don Francisco, a modo de amenaza velada, le preguntó.
- ¿No estará usted de parte de los insurrectos, verdad?
Pablo lo miró muy serio y sonriendo levemente, respondió.
- Don Francisco, el derecho de todo ser humano a buscar la felicidad es, no solo de justicia, sino de obligación.
Don Anselmo, arqueando un ceja, repuso.
- Se destapa usted muy socialista.
- Si, repuso Pablo.
- Lo justo para no ser un tirano.
Don Anselmo se levantó, como impulsado por un resorte. Y Pablo hizo lo mismo.
- Me acusa de algo, dijo Don Anselmo desafiante.
Don Francisco, se ofreció como padrino e hizo a la vez suya la pregunta del terrateniente.
Pablo, con voz suave, asintió y masculló.
- Sea, ¿les parece bien mañana al amanecer?
Asintió Don Anselmo y con gesto decidido abandonó el salón a la vez que se oía a Don Pascual llamando a la cordura.
Don José, entre expectante y divertido, convenía la hora con don Francisco, a la vez que citaba a Don Pascual por su condición a dar los últimos sacramentos a quien saliera perjudicado del desenlace.
Una vez todo dispuesto, se dio por concluida la comida y su sobremesa.
El amanecer llegó, frío y con niebla densa. A la hora fijada, aparecieron dos carruajes.
En el primero el diputado y el arzobispo y en el segundo, el militar retirado y el ofendido terrateniente.
Pablo esperaba en el claro del bosque, una capa le cubría los hombros y en su semblante se dibujaba una sonrisa cansada y triste.
Don Anselmo, como ofendido eligió el sable como arma y Pablo dejó caer la capa, sin mostrar ni duda ni reparo.
Don Francisco, dicho en estas lides, pidió a ambos que recapacitaran, pero don Anselmo, blandiendo el sable dejó clara su postura.
Como último recurso, Don José aconsejó que no fuera a muerte el duelo, que con tres heridas debería bastar.
Ambos duelista negaron con la cabeza.
- Entonces a muerte, dijo lacónico el diputado, y se dispuso a disfrutar del espectáculo.
Se colocaron los contendientes frente a frente y a una señal de Don Francisco, se alzaron las espadas.
En ese momento, desde la densa niebla partieron cuatro solitarios y certeros disparos.
Don Francisco, Don José, Don Pascual y Don Anselmo, cayeron muertos en tierra.
Fueron apareciendo los tiradores como fantasmas. Un capitán de la policía forestal los comandaba.
Allí mismo, nació la revolución que acabaría con la injusticia de un gobierno gobernado por las élites de la sociedad.
No fue un éxito completo, pues pasados algunos años, todo volvió al punto inicial. Pero nunca faltaron Pablos a secas, que se enfrentaron al poder y comandaron al hambre y a la sed de justicia.
Fin
Rafa Marín

sábado, 16 de febrero de 2019

Saltan al aire

Saltan al aire, ellas.
Como un vuelo de campanillas,
son tu risa y tu mirada,
bajo la luz del sol iluminadas,
cual primaveral lluvia brillan.
Niña,
tú que en mis palabras te fijas,
ríe feliz y despreocupada;
pues hoy el sol tus labios mira.
Esos que quiero besar,
a los que imagino dulces,
como la verdad sencilla
y en los que hacer una eterna pausa.
Rafa Marín

El herrero y la muerte ( relato corto)

En la fragua, el trozo de metal brillaba entre rojo y blanco. El yunque aguardaba y sujetando el encendido acero con las tenazas, lo golpeó con sabia constancia. Se enfría el metal y vuelta a empezar. El herrero levanta la mirada y la ve. Ella sonríe esperando.
El rostro de él se ensombrece, pero sabe que nada puede hacer, calienta la hoja que va tomando forma y vuelta a martillar. Siente pesados los brazos y el sudor casi ciega sus ojos, pero ella lo mira y no se decide a descansar. En un rincón, un cántaro con agua y una hogaza de pan y queso, junto al cuenco de las aceitunas. Sonríe ahora el herrero, y su cansancio infinito le pide parar. Ella lo mira, callada e impaciente, como preguntando ... ¿cuándo vas a terminar?
Se toma el hombre un respiro y ella se va, pero aparece al instante, quizás se fue unos minutos, pero a él le han parecido unos segundos.
La noche se asoma por la ventana y el fuego de la fragua resplandece rojo y vivo, dando a la estancia un aspecto, que parece el hogar de Vulcano. Se siente desfallecer otra vez. La mujer lo mira y mira el rincón con la comida. El herrera asiente y suelta el martillo y la tosca hoja curva.
En silencio se alimenta y bebe, ella ha vuelto a desaparecer. Ahora, la mirada del hombre se pierde en el recuerdo del ayer, la tristeza llena cada rincón. El carbón se va apagando y él, se levanta urgente y del fuelle arranca el brío de la llama.
La hoja sobre el rojo, poco a poco se va sintetizando con la furiosa llama. El silencio se rompe con cada golpe de martillo.
Ella aparece, junto con el brillo de la mañana, la hoja, casi terminada espera el abrazo del aceite, para que este le de la dureza que necesitan su cuerpo y su filo.
Ahora, la piedra áspera y blanda va despertando el mordiente y fatal filo, apagado en la pared, el mango espera para tomar su sitio.
Ella sigue hay plantada y muda y tan apremiante como al principio. Él pasa la gamuza empapada por el su trabajo terminado y mira a la señora y su negro hábito.
Toma con ambas manos la guadaña y se acerca, la levanta y piensa un instante en descargar el golpe fatal. Pero ella lo mira y sonríe, sabe que no hay nada que hacer.
El se la entrega, abatido por los años y el cansancio.
Ella lo mira y dice:
- Has trabajado bien.
El sabe que ha llegado su descanso, sonríe y se tumba en el suelo.
La mujer le toca.
- Descansa en paz. Dice, para salir y dejarle ahí, muerto en el suelo.
Fin
Rafa Marín

Tierra

Tierra, tan lejana y cierta;
oscuros recuerdos
y distancia insalvable,
pofunda y negra grieta.
Humo en la noche y soledad.
Manos temblando inquietas;
porque no saben parar.
Mil sueños entre las cejas,
que nunca se cumplirán.
Rafa Marín

Enamorarse

Todo es un sentir irracional,
sinapsis de puro sentimiento.
Damos al musculo sangriento
lo que pasa en la cabeza nada más.
Luciérnagas en noches de invierno,
de tanto ser visibles y libres,
se están esos corazones pudriendo.

Rafa Marín

Tu piedad

Entre tus manos soy,
como calavera que,
aún no está descarnada,
ojos tan blancos como;
las nieblas de la estepa.
Sin sonrisa, desdentados huecos,
de pelo amarillo y manos vacías.
La piedad va caminando.
Toca mi pecho la camisa,
que los suyos va mostrando;
tus manos mi cintura rodean.
Veo tanta piedad mirando,
tantas horas de espera,
que no sé si huir llorando;
para que tú no me veas.
Rafa Marín

Un final triste

Hoy...
Caminaba descalzo,
la cabeza bien alta
y entre sus manos,
todo lo que le queda.
Tristes ojos perdidos,
nebulosa de un sueño,
lo sorprendió dormido;
para llevárselo lejos.
Allí, en el suelo marchito,
quedaron papeles viejos,
algunos de sus escritos,
dibujos que había hecho.
La verdad de mil destinos,
que nunca le llevaron lejos.
Los azules brillos se han ido,
en silencio se marcharon,
estridentes han venido:
la prisa ya se ha acabado,
porque sus ojos están ciegos.
Rafa Marín

jueves, 14 de febrero de 2019

La veo venir

De lejos la veo venir,
con sus ojos y su necesidad.
Se la ve tan hermosa...
Ella, que de la vida es su caudal
y de las noches, su isla desierta.
Quizás algún día su sed se apagará.
Tiene, eso lo puedo jurar,
su absoluta verdad.
Un sueño en las alturas
y en el suelo los pies para pisar.

Rafa Marín

Hay

Hay una razón escondida,
que puebla este camino,
como el recodo escondido,
que no vemos en la niebla.
Hay, porque así lo quisimos,
pasiones que nos atropellan,
risas que fueron de niño,
un hogar en la colmena.
Hay, como palabras y dichos,
que atan nuestras lenguas,
mil fortunas en entredicho
y un vacío que nunca se llena.
Noches que nunca han sido,
porque se quedaron en vela,
tu enseñándome el camino
y yo jugando en las cunetas.

Rafa Marín

El independentista ( relato corto)

El anciano se asomó al balcón de su palacete. Apoyado en su bastón comprobó su obra. Los restos de su antiguo jardín humeaban entre trincheras y muertos. Levantó los ojos al cielo y elevó con una sonrisa una muda plegaria de agradecimiento. Al fin eran independientes.
No sintió ningún remordimiento, miró hacia abajo y en la escalinata estaban sus hijos, incluso su fiel Ramiro estaba allí tirado, todos sobre un charco de sangre negra y soez.
Las banderas convertidas en mugrientos harapos daban fe de la heroica lucha.
Llamó a su asistente, pero este no acudió, con paso renqueante volvió a su despacho, tenía que hacer la llamada, tenía que hacer valer su autoridad.
El teléfono no funcionaba y sintió la necesidad de ordenar ese caos que era todo. Había ganado la brutal guerra, ahora las cosas irían mejor.
Descendió a la planta baja y recorrió mientras sorteaba barricadas y mendicantes heridos el camino hasta la entrada al recinto. Algunas personas, milagrosamente ilesas le rodearon y le dieron la fuerza necesaria.
Frente a la finca, la ciudad ardía, bueno pensó, toda conquista tiene su precio.
Los días fueron pasando, los comités trabajaban sin descanso. Se atendió a los heridos y se dio sepultura a los miles de muertos. Pero le informaron de que no habría fluido eléctrico no teléfono en varios meses. Que los alimentos escaseaban y que el invierno sería cruel con niños y ancianos. La hambruna iba a llegar y con ella, la deserción de los más afectados, sobre todo los trabajadores y sus familiares.
El anciano dictó leyes, no iba a permitir que nadie escapara del país. Se persiguió a los descontentos, a los disidentes y a todos los que no se mostraran conformes a sus decisiones.
Al final, tuvo que declarar la ley marcial, y su policía actuó con firme  puño de hierro.
Los años pasaron y el anciano se sentía viejo y cansado, el final se acercaba y decidió nombrar a su heredero.
El pueblo reavivó las protestas, por doquier se elevaron las voces que exigían libertad.
La muerte del anciano fue pacífica, murió en su lecho, rodeado de médicos que en vano trataron de alargar su vida y su agonía.
El sustituto, un hombre que siempre antepuso el estado al pueblo, volvió a exhibir las leyes dictadas por el anciano.
Se encarceló a maestros, poetas y libre pensadores, pero una parte de la población siguió la lucha y el sustituto fue poco a poco viéndose superado y por fin depuesto.
Llegaron tiempos de paz y concordia, de cierta bonanza y algo de prosperidad. Se auguraba un futuro feliz.
Pero el depuesto sustituto, no estaba dispuesto a dejarse llevar por el olvido. Se rodeó de sus más fieles y en el antiguo palacete del anciano, volvió a entonar el canto de la independencia.
Inventó y tergiversa la historia y poco a poco su mensaje fue calando entre las clases favorecidas
Al cabo de unos años, el pequeño país, vio como una parte del territorio reclamaba la independencia. Como era de esperar pronto la sociedad se vio dividida y como siempre, se olvidó la historia y sus lecciones.
El caso, es que una mañana, el anciano sustituto se asomó al balcón del antiguo palacete del ya olvidado anciano y levantando los ojos al cielo elevó una plegaria, estaba rodeado como no, de trincheras, banderas mugrientas y un ejército de muertos y heridos.
Como habrán supuesto, la historia se repitió una y otra vez, hasta que el viejo palacete se convirtió en un país independiente.
Fin
Rafa Marín

Cada noche

Cada noche, mientras dormían,
de la mano se tomaban.
Ella dice, que sin él,
la vida no sabe a nada.
Y él, que sin ella, dormir no sabría;
no son la pareja perfecta,
pero cada noche, al dormir,
de la mano se asían.
Como si fueran náufrago y tabla.

Rafa Marín

miércoles, 13 de febrero de 2019

Se pinta el cielo

Se pinta de rosas el cielo
y entre grises y oscuros,
deja paso a la noche.
En mis ojos queda el reflejo
de tu ausencia y ese sabor,
que sabe en mis labios,
a un doloroso agridulce.
Pero asomarán en poco,
los titilantes brillos
de lejanas estrellas;
invitando a mi boca
a pronunciar tu nombre.
Rafa Marín

Un mal sueño

Sueño, es un feliz verano
y una bandada de estorninos,
dibuja figuras con su vuelo.
Miro la rama del árbol,
hay una cinta roja,
como un pendón ondeando
y las nubes traen
un momento de lluvia.
Sueño, a mi lado,
hay un brazo arrancado
y los cuervos son negros
y graznan satisfechos.
Sueño, la tarde avanza
y la noche llega corriendo;
miro sus ojos triste,
sus ropas manchadas de barro.
Hey! Me grita al verme.
Hey! Hermano,
¿acaso ya no te gusta
el vuelo de los pájaros?
Sueño, en el cielo,
una bandada de estorninos,
gira y parece que esté danzando.
Sólo es un mal sueño.
Rafa Marín

martes, 12 de febrero de 2019

Miras por la ventana

Mira por la ventana y sólo ve,
parejas abrazadas,
que lejos quedó el ayer.
Aún se recuerda ilusionada,
las cosas esas del querer.
Pero mira por la ventana y,
de sus ojos quieren correr,
esas gotas que son sal y agua,
que nadie podrá jamás ver.
Rafa Marín

Tu sonrisa

Es tu sonrisa, mi amada,
una fuente pura y fresca;
cuando por sorpresa asaltan,
a mis labios y los besas.
Al sonreír mi pasión desatas,
y en verso mi boca expresa;
este amor libre de trabas,
que en ti es verdad cierta.
Cada día con ella he volado,
como la cometa con la brisa,
bajo los cielos azulados.
Esta alegría mi boca grita,
tu risa me volvió el más osado,
el día que conocí en ti la dicha.
Rafa Marín

Miro sus ojos

Miro al fondo de ese mar,
que son sus cálidos ojos;
rebalso donde descansar,
de esta vida y sus antojos.
Feliz cuando se dejan mirar,
no existe para mí otro gozo;
su pura belleza contemplar,
enamorado a ellos me asomo.
Cada noche a su mirada,
cual siervo devoto miro;
no quiero lunas reflejadas.
Solo la paz de sus brillos,
elevan mi voz que habla;
volviendo verso mis delirios.
Rafa Marín

sábado, 9 de febrero de 2019

A Gloria Fuertes

No al silencio.
No a la calle incendiada.
No al dolor.
No a la gente sin entrañas.
No al vacío.
No al coronel;
porque no toca la guitarra.
No a las vallas.
No al campo sin vacas.
Si al mar.
Si al canto de tu mirada.
Si al puro amanecer.
Si a la lluvia que canta.
Si a tus manos.
Si al si;
cuando miras enamorada.
Si a los sueños.
Si; porque me da la gana.
Rafa Marín

martes, 5 de febrero de 2019

Mentiras

Sobre el suelo están ahora,
esas verdades de puñal,
las que apretando ahogan,
porque te quieren matar.
Cien mentiras que nos controlan,
todas están por confirmar,
en palacios sus majestades moran;
y tú la calle no puedes pisar.
De hambre los niños lloran,
de pena lo hace la libertad;
porque constantemente asoman,
la mentiras que no dejan de contar.
Ayer un dictador las dirigía,
hoy los políticos de la postverdad;
el pueblo dividido no se alía,
para echarlos a todos al mar.

Rafa Marín

lunes, 4 de febrero de 2019

El farero ( relato corto)


La galerna desataba su furia contra el estoico faro. Las olas del mar embravecido recorrían sus muros como si quisieran deshacernos. En su interior, el farero miraba al negro horizonte, y en sus ojos inquietos se dibujaba una plegaria.

- Pronto amanecerá, musitó.

Por la estrecha escalera de caracol, fue ascendiendo hasta llegar a la linterna. Desde allí miró sobrecogido, en sus 40 años de oficio y soledad, nunca había visto una tormenta igual.

Tras comprobar que todo estaba bien, se dispuso a descender. Volvió la cabeza para la última ojeada y entonces...

Creyó ver a una persona que agarrada a un madero se debatía por sobrevivir.

Bajo por la escalera saltando los escalones de cuatro en cuatro, en la planta bajo la linterna tenía unos prismáticos. Debía comprobar que en medio de esa mar arbolada, no había nadie.

De vuelta en la linterna, aprovecha la potente luz para escudriñar entre las olas.

-  ¡Ahí! Gritó como si pudieran oírle.

Sin pensar si lo que hacía estaba dentro de lo razonablemente sensato, corrió otra vez escaleras abajo.

Se armó con el chubasquero amarillo, un cabo largo de cuerda y un flotador y, como el más audaz de los capitanes, se dirigió al embarcadero.

La chalupa siempre estaba dispuesta, aunque ahora cabeceaba como un toro de rodeo y amenazaba con hundirse. Como buenamente pudo subió y cayó dentro, la cuarta y media de agua le acogió con toda su humedad, casi soltó una carcajada.

Apretó el contacto del motor mientras lanzaba un ... ¡vamos! Que fue respondido con  el tosco tartamudeo del viejo y fiable motor.

- Proa al infierno. Aseveró maniobrando con destreza.

No se veía nada, pero conocedor de la zona y las corrientes, se adentró el aquella locura de espuma, picos y valles que se empeñaban en hacerle zozobrar.

No sabía cuánto tiempo llevaba buscando y justo antes de desistir lo vio.

Con la proa cortando los muros marinos, llegó en el mismo instante que las fuerzas abandonaban al náufrago. Como pudo y con mucha suerte, alcanzó a sujetarlo por el pelo. Lo hizo y entonces se dio cuenta. Él, era ella.

Regresó al embarcadero y la tormenta le recompensó amainando repentinamente.

Una vez en el faro, preparó un lecho junto a la chimenea, despojó a la mujer de las ropas mojadas y la arropó como un padre arropa a un hijo herido. Preparó caldo en la cocina, para luego sentarse junto al lecho y velar.

Pasaron varias horas y ya mediada la mañana, la mujer dio señales de vida. Quiso levantarse, pero el farero se lo impidió.

- Estás desnuda y débil, espera un poco más.

- Te traeré un poco de caldo.

Cuando regresó de la cocina, la mujer se mostraba con toda su plenitud, de pie junto al fuego, de espaldas a él.

El farero carraspeó, la mujer se volvió.

Se miraron a los ojos, los de él, hablaban de noches y tormentas y soledad. Los de ella, eran un mar profundo, una noche sin estrellas; una tenebrosa verdad.

El hombre se sintió turbado y dejando el tazón humeante, subió por la escalera. Al poco bajo con unas prendas de vestir, ropa de su difunta mujer. Le explico con una sonrisa triste.

- Me llamo Juan. Dijo alargando la mano.

Ella lo miró y bajando los ojos, le dijo:

- Mi nombre no lo sé, pero de donde huí, me llamaban María.

Se vistió y con un gracias tomó el tazón y se lo llevó a la boca. Saboreó lentamente el contenido, mirando de tanto en tanto a Juan, que se afanaba en poner orden.

María, se sentó en el lecho, y mirando al fuego, se recostó.

Juan la miró mientras la iba venciendo el sueño y sonriendo, siguió recogiendo la estancia.

María durmió y durmió y al día siguiente despertó sonriente y casi feliz.

Buscó por el faro, pero Juan no estaba. Distraídamente ascendió hasta la linterna, desde allí vio a Juan en el embarcadero, se sentía cómoda y se quedó mirándolo trabajar.

Bajo a la cocina y hurgando en alacenas, fresqueras y frigorífico, encontró lo necesario para preparar una comida decente.

A mediodía, Juan entró por la puerta con un par de pargos de buen tamaño. Primero puso cara de sorpresa y luego de satisfacción, la cocina estaba limpia y recogida y olía a potaje.

María lo miró y él rehusó por un instante la mirada, ella, comprendió y siguió con la cocina y su limpieza.

Comieron y hablaron del mar y de sus tormentas. De la soledad de las noches y de leyendas y sirenas.

María, poco a poco, día a día, se fue haciendo el ama del faro y Juan la miraba y callaba.

Una noche, sentados junto a la chimenea, el dejó el libro y encendiendo una pipa, le dijo:

- María, ¿quién eres?

- Recuerdo aquel amanecer y de ti, sólo sé tu nombre y que huías.

Ella, lo miró con ojos bondadosos, pero calló.

Tras desearse las buenas noches, se retiraron a dormir.

Al día siguiente, Juan despertó sobresaltado, temiendo lo peor corrió al cuarto de María, sus temores eran ciertos, ella no estaba.

Sobre la cama hecha, había una nota.

Juan la tomó y leyó.

Querido Juan, anoche me preguntaste y yo te voy a responder.

Me llamo María, pero soy la muerte. En recompensa por tu hospitalidad, te prometo que tardaré en venir a verte.

Eres un buen hombre, y yo sería injusta llevándote conmigo.

Gracias.

Juan tembló de pies a cabeza, como poseído por mil terremotos.

El tiempo fue pasando y Juan envejeció lento y bien.

Una noche, el mar bramaba y el viento y la lluvia azotaban inmisericordes los muros impasibles del faro. Juan había comprobado que todo estuviera listo y en su sitio y la linterna del faro era guía y esperanza en el mar.

Se sentó junto al fuego, encendió su pipa y cuando comenzaba a leer, llamaron s la puerta. El se levantó sonriendo y abrió a María.

- Te he extrañado todos estos años María.

Ella lo miró y sonriendo le dijo:

- Lo sé, después le beso y juntos salieron del faro.

Fin

Rafa Marín

Mi voz

En tu oído verter amor quisiera,
mi voz jugando a ser alondra,
cuando entre suspiros hoy te nombra,
sin que mis ojos verte pudieran.
Tu belleza que aún me asombra,
tal como asombraría a cualquiera;
tu piel que es blanca luz sin sombras,
frente a mis ojos tenerla quisiera.
Si un mal por vivir me atacara,
callando mis versos amor, sinceros,
siento esta ya por bien pagada.
Pues me tengo por hombre muy honesto,
al destapar esta verdad cantada;
antes de que tú me des por muerto.

Rafa Marín

Sutil

Sutil como la gota de rocío,
que por la hoja está resbalando,
despertando con la luz ese brillo;
mis ojos de amor está cegando.
Sutil como el roce de tus manos,
sin ellas mi vida es un suplicio,
noche eterna el tiempo se hizo;
tanto esperar lo volvió vano.
Sutil como la mañana lluviosa,
enredada en el seto la niebla,
jugando con las hojas caprichosa.
Sutil como este gris que me puebla;
en mi sien es herida dolorosa,
a vivir sin ti mi alma se niega.

Rafa  Marín

domingo, 3 de febrero de 2019

Una luz en la nada ( relato corto)

La mujer miraba el fondo de la taza vacía, como si quisiera o pudiera ver en los restos del último café.
Levantó la cabeza con tiempo suficiente para ver el arma y el fogonazo. Incluso llegó a balbucear.
- Que ironía...
En la cafetería, nadie oyó ni vio nada.
El "limpiador", volvió a ocultar el arma bajo su abrigo y con medida frialdad se terminó su batido de frutas.
Varios años antes, en algún lugar de la frontera entre URSS y Mongolia.
La vastedad de la tundra helada la sobrecogió, era una nada imposible, una lejanía absoluta. Recogió el paracaídas y cavando un pequeño hoyo lo metió en él y lo sepultó.
Volvió a mirar al horizonte, hacia el sur, creyó ver un pequeño punto oscuro que se movía. Respiró algo aliviada y se sentó a esperar.
Llevaban meses intentando descubrir aquella base secreta, pero desde que llegó hacia mediados de mayo, todo resultado había sido infructuoso. El invierno no ayudaba y las continuas averías en el transporte la desesperaban. La noche era gélida y la luna llena daba con su luz un aspecto fantasmal al paisaje nevado. La mujer salió al exterior, por una pequeña abertura en la estructura de lona Blanca que camuflada al transporte y el pequeño campamento. Miró al difuso horizonte y entonces lo vio. Como a 6 km de distancia, una luz que salía del suelo dibujó un brillante cono invertido. La había descubierto, volvió a entrar y enseguida salieron varios miembros con prismáticos y un telémetro. Susan, estaba feliz.
Se confirmó la posición y con una pequeña antena parabólica se transmitieron los datos al satélite.
Desde la insondable negrura del espacio se escrutó minuciosamente la zona, nada. La tecnología no detectaba nada y el mando conjunto exigía pruebas.
En el campamento se organizó la patrulla. A la noche siguiente, Susan y tres unidades operativas irían hasta el lugar para tomar fotos y recabar toda la información que pudieran.
Paso el día nerviosa y repasó el equipo por 5° vez. Algo le decía que no iba a salir bien, pero enterró sus dudas y procuró descansar. A las 20:00 h, la patrulla inició la operación. La nieve era profunda y tardaron 5 horas en hacer la distancia. Al llegar, sólo descubrieron una superficie circular sin nieve, un trozo de tierra y nada más.
Dispuso todos los aparatos de medición, pero estos no funcionaban. Se sintió frustrada y casi indignada; después de tanto tiempo y quizás, lo que vieron fue solo una unidad móvil. Se debatía en esta idea, cuando de repente la textura del suelo comenzó a cambiar. La luz la atrapó y de inmediato todo desapareció.
Cuando despertó varios meses más tarde, estaba en una cama en un hospital de Ulán Bator, se sentía rejuvenecida y recordó aquellos maravillosos seres que la acogieron. Las conversaciones sobre física, matemáticas y filosofía. Un sueño del que ahora despertaba.
Intentó levantarse y en esos momentos la habitación se llenó de médicos y enfermeras y militares uniformados.
Al instante comenzó lo que más tarde llamaría su odisea.
Se le hicieron preguntas, muchas ... demasiadas, por alguna razón, en aquel momento se acogió al no recuerdo nada.
Le preguntaron por los militares desaparecidos, por la extraña rejuvenización de su cuerpo. Por la luz de la que informó, por como aguantó 3 días en mitad de la tundra, por sus balbuceos durante el coma.
No recuerdo, no recuerdo,  no ...
Fue sometida a pruebas psicológicas, test de comportamiento y demás, pero misteriosamente los superó todos, polígrafo, pentotal sódico y otras drogas de la verdad.
No recuerdo, no recuerdo,  no ...
Al final la creyeron y la dejaron ir. Había perdido su estatus, su trabajo, su vida; se sintió libre y buscó un pequeño instituto en el que dar clases a jóvenes que nunca destacaría.
Una tarde, en una cafetería frente al colegio, mientras tomaba café con una compañera, dejó escapar la experiencia que había vivido, notó que su compañera se levantó con prisa, pero ella creyó que la había tomado por una iluminada. No vio es gesto que esta hacía al hombre del abrigo, estaba mirando al fondo de la taza.
Solo al levantar la cabeza lo entendió todo.
Fin
Rafa Marín

sábado, 2 de febrero de 2019

Tus besos


¿Pero,a quién quiero engañar?
La dulzura de los besos son para mí,
una lejana zona vedada.
¿Dónde quedó ese manantial puro
que cada día se entregaba?
Se hizo roca de tiempo y sed,
una verdad tan olvidada...
Recuerdo y celos sólo tendré,
la cruel herida que sangra,
el otro manantial del ayer.
Rafa Marín

Desde tu torre

Desde tu inexpugnable torre miras,
como solo pueden mirar las reinas.
Con ese mohín que sin invitar
a las miradas a soñar invitan.
Mis ojos que son pecado,
con cada parpadeo se incendian,
verse en los tuyos reflejados,
deseo, látigo que los apremia.
La muerte es quien los guia;
audacia que no te nombra,
el miedo calló mi boca y mi paciencia.

Rafa  Marín

El líder ( relato corto)

El líder miró desde el promontorio, a sus pies una inmensa marea de gentes le alababa el éxito de su cruzada contra la maldad de la sociedad. Él, levantó las manos y exigió silencio. Su guardia de corp, azuzó a las primeras filas y al instante todos callaron.
- Han sido 4 años cruentos, comenzó a decir. Pero al final lo hemos conseguido, ya no quedan esos seres miserables que os oprimían y os robaban.
- Ahora todo es de todos.
El clamor se alzó de nuevo, pero esta vez los dejó gritar y adorarle. Se sentía invencible.
Tras el discurso se recluyó en sus discreta ala del palacio. En ese edificio, había instalado todos los departamentos y organismos de control. Pero en él, solo el líder y su guardia podían vivir.
Por la mañana los restos de la orgía eran más que evidentes, cuerpos de mujeres y hombres estaba echados sobre alfombras y sillones. Había botellas de licor y champán y restos de alimentos exquisitos.
Todos los que iban llegando, se miraban asombrados. Como era posible, ellos habían cenado y desayunado lo mismo que iban a comer. Patatas guisadas y pan y agua.
Se corrió la voz y un grupo decidió hablar con el líder. Ese día no se pudo hablar, el líder tenía trabajo y dio cita para varias semanas después.
El palacio fue desalojado de organismos, se les acomodó en lugares más de acorde a su función. El palacio fue decorado con exquisitos muebles y enseres, pero ya nadie podía entrar allí.
El líder, mientras tomaba su almuerzo, observó como un montón de personas se congregaba frente al palacio. Llamó a su guardia y les ordenó que los dispersaran. De inmediato se oyeron disparos fuera y la muchedumbre se dispersó. Sobre el suelo quedaron varios cadáveres. Sonriendo recupero la confianza y volvió a su almuerzo. Pero otra vez la muchedumbre se congregó frente al palacio.  Esta vez el cruce de disparos se prolongó varias horas. El líder caminaba por los pasillos del palacio con preocupación. El día dio paso a la relativa paz nocturna.
Amaneció en silencio, con una luz que lo bañaba todo y en paz.
El líder, se sintió preocupado, llamó al jefe de su guardia, pero nadie acudió. Tras muchas horas de preparación y desconcierto, decidió salir del palacio. Con cautela al principio, se asomó al jardín y al no ver a nadie, se dirigió hasta la valla que rodeaba al palacio. Allí, encontró un muro, alto e insalvable que rodeaba todo el recinto. No había puertas ni escaleras, solo una pared lisa y un silencio.
Fin
Rafa Marín

viernes, 1 de febrero de 2019

Bajo esta lluvia

Bajo esta invernal lluvia,
de aceras desiertas
y luces que brillan,
se me escapa el aliento
y se me muere la vida.
En mis manos triste
y deshecha margarita,
que no supo decidir;
entre el eterno si o no.
Agraz este fruto
que un sin vivir me invita;
entre dudas y venidas
a sentir tu corazón,
que loco de amor palpita.
Rafa Marín

El pan (relato corto)


Serpenteando al pie de unos viejos árboles, a ratos cortos y desiguales, el camino es sol o sombra; nada de esto perturba los rítmicos y decididos pasos de la jovencita, de melena enmarañada y cara de enfado. A su lado un niño pequeño se afanaba por no rezagarse.

Al final de la curva, la zigzagueante vereda gira bruscamente a la derecha. La chica se detiene y el niño que la sigue se tropieza con ella. Esta lo mira entre preocupada y ausente. El niño levanta la mirada y con voz temblorosa dice:

- No hace falta Ana, solo era un trozo de pan.

- No, peque. Era tu trozo de pan, la ración de un día.

- Pero no quiero que te arriesgues por mí, Ana.

- Si cedemos hoy, mañana será otra cosa y después otra y otra más. ¿Lo entiendes...?

El niño agachó la cabeza y lloriqueo.

Ana se acuclilló frente a él y mirándolo con ternura le dijo:

Tranquilo, no es culpa tuya...no va a pasar nada. Sonrió y comenzó a caminar de nuevo.

Con movimiento descuidados, mete la mano en la bolsa bandolera que le cuelga de un costado, al sentir el frío tacto del acero, su sonrisa se vuelve una mueca malévola, es lo suficientemente expresiva, para que el niño rompa a llorar de nuevo.

Mientras, un par de km más adelante, un hombre grande y muy corpulento se dedica a cortar leña, el otoño avanza y hay que prepararse para el largo invierno.

Dentro de la cabaña todo está listo, carne congelada en abundancia, verduras y café, algunas golosinas y como no, un trozo de pan que ha robado al pequeño.

No sabe porque lo ha hecho, pero ese par de críos no sobrevivirá al invierno. Qué más da que le haya quitado un trozo de pan de su ya exigua ración de alimento, sonriendo se puso a su faena con tranquilidad.

El grito do sonó como un trueno...

- Thomas! THOMAS!

El hombre dejó de cortar leña y miró incrédulo, ahí estaba la jovencita y su hermanito. Se le escapó una carcajada e incluso la acompañó con un movimiento que fingía ser miedo.

Luego, se plantó delante de Ana y mirándola como miraría un oso a una cría de ciervo le preguntó.

- No habrás venido a por el pan? Volvió a reírse.

La joven lo miró y temblando de cansancio, impotencia e ira, le dijo.

- Thomas, sabes que el invierno es duro, que hasta la última caloría es necesaria, por qué nos robas ?

- Y, que vas a hacer ricura?

Vas a ofrecerme algo a cambio por el mendrugo de pan?

Si tú quisieras ... continuó con voz ronca, a la vez que daba un paso.

Ana, sacó el revólver, le apuntó con él y no hizo ningún gesto que evidenciara miedo.

Thomas, arqueando una ceja y digo...

- Me vas a matar por un mendrugo de pan?

Ana negó con la cabeza...

Te voy a matar por la cabaña, por la leña y por todos los alimentos que tienes almacenados.

Sonó un disparo, luego sonaron tres más.

Ana miró a su hermanito y sonriendo le dijo.

- Ves, peque, ahora él también será parte de las provisiones.

El chico la miró y sonriendo preguntó.

- Ana, no mudamos de casa?

Fin

Rafa Marín


Tengo un vacío en las manos

Tengo un vacío en las manos,
y un rayo de luna que no las llena.
Tengo un sol que se volvió pagano,
porque a que salga tú no lo esperas.
Tengo en mi pecho un corazón,
que se muere en esta espera,
porque no sabe pedir perdón,
por mucho que oírlo tú quieras.
Tengo flores y olvidos,
esperando a que tú vuelvas;
en este jardín maldito,
que se convirtió en lengua.
Tengo tanto miedo como razón,
sueños de jilguero en su pajarera;
destapando ahora su canto,
llamando para que vengas.
Tengo estas manos vacías
y un rayo de luna que no las llena.

Rafa Marín