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martes, 3 de abril de 2018

La golondrina (relato corto)


La mañana despertó fría y lluviosa. La mujer, algo mayor y de una mirada llena de profunda tristeza, se acercó a la ventana, con la mano limpió el vaho de los cristales y asombrada descubrió una pequeña golondrina acurrucada en el alféizar.

Abrió la ventana y la tomó entre sus manos, al contacto tibio de su piel, el ave pareció revivir, ella, llena de ternura, puso sobre una mesa una prenda de lana y sobre ella al aterido pájaro. Buscó un cuenco, puso agua fresca y después esparció unas migas de pan alrededor.

La golondrina bebió, acercó el pico a las migas y sin tocarlas miró a la mujer y le lanzó unos trinos. No hizo falta nada más, la mujer entendió a la perfección, inmediatamente recordó la tienda de animales del final de la calle, tomó un abrigo y un paraguas y corrió hasta el establecimiento.

Allí la informaron de que las golondrinas son aves insectívoras y que ellos vendían alimento para aves insectívoras.

Compró un pequeño paquete y voló de vuelta a su casa, allí seguía el pobre bicho, abrió la bolsa con la comida y depositó una pequeña cantidad sobre la mesa. La golondrina comió, ella pensó que con avidez, y una vez saciada, voló hasta la ventana, giró su cabecita y trinó con insistencia. La mujer se acercó sonriendo, y con un gesto lleno de decepción abrió.

El pájaro se posó sobre el alféizar, miró a la mujer y voló. Ella, algo entristecida cerró y siguió con su tristeza, aunque hoy hubiese estado interrumpida por un pequeño y glotón bicho.

La noche se le hizo larga, quizás mañana vuelva a estar pensaba, y aferrada a esa esperanza se durmió con una sonrisa.

Amaneció el nuevo día, con un cielo de un azul intenso, se acerco a la ventana casi con miedo y de repente una feliz carcajada se le escapó, allí estaba la golondrina; abrió y el pájaro se coló dentro, emitiendo unos trinos que la mujer interpretó como un buenos días. El ritual se repitió como el día anterior, un cuenco con agua y un poco de comida.

Esa tarde, fue hasta la tienda de animales y compró una pajarera y la colocó en el alféizar, justo donde la golondrina estaba cada mañana, detrás de la maceta del geranio.

Este juego se repitió todo el invierno, la mujer, pareció rejuvenecer y retomó las casi olvidas amistades que después de que aquella cruel enfermedad se llevara a su Antonio. En casa, las amigas disfrutaban divertidas del té con pastas, de la renovada jovialidad de María y de la golondrina que dormía en el alféizar de la ventana.

El invierno dio paso a la primavera. Una mañana María abrió la ventana, pero la golondrina no apareció; temiendo lo peor, casi angustiada, metió la mano en la pajarera y notó el tacto de algo que parecía papel, lo tomo con cuidado y vio que era una nota.

Esta, decía lo siguiente:

"Ya no necesitas que me convierta en golondrina cada mañana"

Fdo. Tu Antonio.



Fin



Rafa Marín




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