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miércoles, 25 de abril de 2018

La conciencia (relato corto)

La noche había caído, el camino a su casa estaba como siempre; mal iluinado y desierto. Una intranquilidad (ajena al paisaje) le llevaba cabizbajo y distraído, no quiso o no supo percatarse de la sombra, que varias decenas de metros atrás, se movía sigilosa, como siguiéndole. Al llegar al recodo del camino, donde los setos crecían espesos, altos y salvajes, notó algo, más que oír, creyó que oía un susurro furtivo, como un cuchicheo en la oscuridad creciente. Se volvió con celeridad ... nada ... allí no se veía a nadie, sacó una pequeña linterna y volviendo sobre sus pasos se acercó al lugar de donde creía que vino el sonido. Alumbró el seto y el camino, metió la mano entre los arbustos y de repente un pájaro salió volando, retrocedió un paso, notaba su corazón latiendo desbocado, se echó a reír. Que susto! Dijo en voz alta, un pájaro! Le vinieron de repente recuerdos del pasado; las noches de espera, el frío en los huesos y el alma, el ensordecedor tablero de los disparos, las líneas anaranjada, las maldiciones ... el miedo. Sacudió la cabeza, como queriendo apartar todo aquello ... suspiro ... reemprendió el camino a casa, a la altura del recodo volvió a mirar atrás. Tomó el estrecho sendero que se adenraba en la arboleda que rodeaba su casa; encendió la linterna, más para hacerse notar que para ver, conocía cada piedra y cada bache, cada ondulación de ese corto camino. Griñón, ladró a modo de saludo, era un enorme mastín y su uníca compañía, el perro se acercó a él, como pidiendo una caricia. El hombre se acuclilló, le rascó la cabeza y supo que no había nadie en las proximidades. Entraron en la casa, hoy dejaría que el perro durmiera dentro, se sentía especialmente solo. Cenaron, y Gruñón estaba feliz, incluso lanzó un par de sonoros ladridos a la vez que agitaba el rabo. El hombre miraba al perro y con un gesto lo invitó a tumbarse a sus pies. Oyó otra vez el susurro, muy cerca, casi en su oído, giró la cabeza, no había nadie, el perro lo habría detectado mucho antes. Lanzó un suspiro potente, largo, triste; como si quisiera sacarse algo de dentro. El perro lo miro, acercó su cabeza y la frotó contra sus rodillas, entonces rompió a llorar. Tomó la enorme cabeza de su único amigo con ambas manos y con voz entrecortada le dijo: Sabes, antes fui un hombre malvado, hice sufrir al mundo con mis actos y con mis ideas. Miro al perro a los ojos y se perdió en la profundidad de estos. Ahora si que oía la voz, está soñaba dentro se su cabeza, lloró toda la noche y supo que sanaría; se lo había dicho su conciencia.
Fin

Rafa Marín

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