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jueves, 26 de abril de 2018

La caprichosa (relato corto)

No había tenido una vida fácil, pero se había sabido manejar con gran inteligencia, trabajo y tesón.
Un día, mientras trabajaba, un grupo de hombres de su entorno laboral, operarios sin más estudios que los que da la calle, se sobrepasaron en sus comentarios. Ella, fue a quejarse al responsable de la empresa y éste mirándola de arriba a abajo, justificó el comportamiento de los hombres dada su belleza y juventud.
Se sintió tan vejada, tan ofendida, que dejó la empresa y escribió una carta al dueño. El dueño, algo inquieto por el calado de esa desafortunada situación pudiera alcanzar y también lleno de curiosidad por la valentía de la mujer (corría el año 1955), la citó en su despacho, quería entrevistarse con ella y ver si la misiva se acercaba a la verdad o era una estratagema.
Al lunes siguiente, a las 10 en punto de la mañana, la chica esperaba sentada ante la puerta cerrada del señor Cabrales, sonó un zumbido y la secretaria descolgó el intefono ... si señor ... contestó. Señorita Carmen ... dijo a la chica, el señor Cabrales, dice que puede pasar. Ella entró algo cohibida, en ese momento pensaba ... quizás fui muy impulsiva. Apretó la carpeta de cartón que llevaba contra su pecho y permaneció en pie frente al hombre que la miraba desde detrás de una enorme mesa llena de documentos. Al cabo de un par de minutos tensos, el señor Antonio Cabrales la invitó a tomar asiento y con un parco ... ¿por qué? ... le indicó que explicará el asunto. Ella, contó lo sucedido, entre tartamudeos atropellados y al final se echó a llorar.  Don Antonio Cabrales, entró en una comerá muy medida y tras observar como vestía, este también justificó el comportamiento, y ante el asombro de Carmen, dejó entrever una posible relación entre ambos, a cambio claro está de algunas mejoras profesionales y salariales. Ella se puso en pie y arrojó sobre la mesa la pequeña carpeta de cartón. Se dirigió a la puerta y oyó tras de si, entregue el cheque a la señorita, ya no trabajará con nosotros.
La secretaria, la miró y ambas comprendieron, no hizo falta ninguna palabra, la secretaria bajo la cabeza y Carme tomo el cheque de 500 pesetas con mano temblorosa. Vestía zapatos bajos algo gastados, un vestido gris y una rebeca verde olivo. Prendas humildes pero limpias y bien ganadas. La chica, abrumada y con una tristeza que hasta ese día nunca había sentido, deambuló por la ciudad.
El tiempo pasó, Don Antonio Cabrales prosperó, la ciudad entró en una época de bonanza y todo parecía no poder ir mejor. Una noche, mientras cenaba, fijó su atención en una mujer que varias mesas más allá, en el centro del restaurante, reía rodeada de varios hombres.  Con disimulo preguntó al camarero por Ella, este le contestó moviendo la cabeza, Don Antonio, olvídese, la llaman la caprichosa. La mujer, entre risas invitó a champagne a los presentes, y con disimulo miró a Don Antonio, éste se percató de ello, alzó la copa acompañado de un gesto de asentimiento.
La mujer, poco a poco se fue aproximando a Don Antonio, y este se sentía halagado y generoso, por fin una noche, ella le invitó a su casa, a tomar una copa dijo. El se sentía excitado y notaba que había recuperado esa hombría que menguó tiempo. Ella, se ofreció a llevar su automóvil, un impresionante deportivo color oro. La mujer apoyó su mano en la entre pierna del hombre y condujo a toda velocidad por la ciudad, al rato llegaron a una calle oscura de un barrio humilde, pero él hombre no prestaba atención.
Subieron por unas oscuras escaleras y al fin entraron en la vivienda. El lugar era sórdido, completamente decorado como una fantasía sadomasoquista. Ella le susurro al oído, me gusta que sea divertido. De detrás de una pequeña barra sacó dos vasos y una botella de ron, sirvió dos copas y ofreció una  Don Antonio, este bebió ...
cuando despertó, a sus pies había una peluca, unos postizos y frente a él una pizarra, quiso gritar pero una mordaza se lo impedía. Estaba atado, aparecieron varios hombres, el creyó recordar a algunos de aquella primera noche en el restaurante. Le miraron y entre risas se despidieron de uno de ellos. Este último lo miró con ojos malévolos, en completo silencio escribió en la pizarra una palabra, luego dirigió un pequeño foco del decorado y Don Antonio pudo leer ...
Carmen
El hombre, se acercó y le susurro, era mi hermana, se suicidó aquel día, lo recuerda?
Sin prestar atención al ahogado grito de Don Antonio, apagó todas las luces y cerró tras la puerta tras él.
El edificio estaba abandonado y algún tiempo después, unos operarios descubrieron el esqueleto de una persona atada a una pared de una habitación que parecía estar decorada por unos adoradores del diablo, las ratas deambulan por ella.
La policía determinó que allí se había realizado un ritual satánico y que tras una orgía de sexo y drogas se habían olvidado a aquel desgraciado.
En cuanto a la desaparición de Don Antonio Cabrales; un inspector habló con los camareros del restaurante, y uno de ellos recordó, que Antonio Cabrales había olvidado su abrigo, en el había un sobre con una escueta nota. "He encontrado a mi caprichosa y me voy con ella, por favor no me busquen". La familia pareció aceptar el hecho, y como la empresa estaba bollante y sus hijos la dirigían bien, Don Antonio ya no era importante.
Fin
Rafa Marín

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