Se conocieron una tarde de verano junto a una fuente en Roma. Ella
vestía un ligero vestido marrón a topos blancos y el llevaba pantalón vaquero y
una camisa blanca arremangada. Pamela, ella y él, un viejo sombrero de paja. Como
se diría fue amor a primera vista.
Ella fiscal en una ciudad de provincias y él un joven emprendedor
en el ramo de la informática, ambos viajeros incansables y con sed de
conocimientos y aventuras.
Aquella noche fue especial, cenaron en un pequeño restaurante a la
luz de las velas y mientras se contaban anécdotas, aprendían el uno del otro
gustos y fobias.
Tras la cena, pasearon por callejuelas más o menos solitarias; en
el cruce de dos de ellas, un grupo de chicos bajaba en sentido contrario a
ellos, eran jóvenes bullangueros y ella temerosa se agarró a su brazo, él la
rodeó por los hombros a modo de protección. Los chicos cambiaron de acera y no
repararon en ningún momento en la pareja.
Se deshicieron del abrazo y quedaron uno frente al otro, ella se
acerco y puso su boca entreabierta tan cerca de la de él, que el beso fue
inevitable. Ya de regreso en España, el joven la llamó, quería verla y también
hacerle una proposición.
El encuentro fue agradable y romántico, él le pidió hacer un
viaje; el Amazonas más profundo, ella aceptó. Tras un par de años de encuentros
y viajes, Nepal, Alaska, Islas Galápagos y Nueva Zelanda, decidieron que ya
estaban preparados.
Llegó la primavera y con la estación llego la boda, una pequeña e
intima reunión con la familia y varios amigos y amigas; ella relucía como una princesa
y él, simplemente era feliz.
Decidieron que la luna de miel fuese en París. A la segunda noche
de estar en la capital francesa tuvieron su primera discusión; no fue nada
importante, pero si premonitoria. Cómo no pude ver su narcisismo...se
preguntaba ella. Y él, no entendió su falta de empatía.
Regresaron a la casa que sería su hogar y allí tuvieron la segunda
y esta vez monumental bronca; todo a causa del mobiliario y la distribución.
Aquella noche, durante la cena sus miradas eran ascuas
resplandecientes de pasión y amor. Las peleas daban paso a noches tórridas y
así llegaron al primer año de casados.
Se acabaron los viajes de aventura y los que hacían eran a
paraísos de lujo y ocio. Una noche, mientras cenaban viendo la tele se miraron
a los ojos y rieron como locos, porque esa noche descubrieron que eran un
matrimonio.
Fin
Rafa Marín
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