No tengo a donde llorarte,
porque ni esto me dejaron;
tristes almas que apuraron,
para corriendo quemarte.
Que solitaria fue la tarde,
un sol rojo mis ojos cegaron,
gestos que no me consolaron,
ver fingir a los cobardes.
El niño quiere que vengas,
sentirte a mi lado quiero,
que no seas dolorosa pena.
Llorando este amor sincero,
derramando lágrimas negras,
te pedimos que bajes del cielo.
Rafa Marín
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