Viene a mi encuentro,
como la niebla a los valles,
silenciosa como un paso de luna.
Sus ojos lo dicen todo,
me gritan que calle,
que la vida se le hace dura.
Pero, le muestro mis manos,
manchadas de sangre,
tan duras y sucias,
tan llenas de calle.
Sigue ahí, mirando,
con ojos de grulla,
un pulso inquietante,
entre su verdad y la mía.
La recuerdo, una juventud perdida,
con sus labios pintados,
que de miedo tiritan.
Como llegó se va yendo,
arrastrando sus males,
desde la lejana cuna.
Rafa Marín
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