La oscuridad cubre mi mirada,
flashes blancos y horizontes,
una marea verde, que resignada,
pugna con el silencio a voces.
No hay paz, ni las manos blancas,
solo esta negrura tan enorme,
eterna y fría como la madrugada,
que las almas impías esconde.
El silencio que nadie rompe,
las olas que no tienen playa,
no hay nubes para que asome,
ni sol, ni luna, ni tú, ni nada.
Mi voz se volvió un canto mediocre,
llanto mordiendo a la almohada,
tus ojos que de mi se esconden,
porque el dolor los atrapa.
Este sudor que hoy me empapa,
humedad que baña mi orbe,
castigando mi mar salada,
que fue siempre batir de cobres.
Rafa Marín
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