Adiós sirenas de los cristales,
adiós sueño y mi verdad.
Tanto amar quisiera,
como olas tiene el mar.
Pero llega su mirada,
ojos que no se renegar.
Mi diosa, mi compañera,
un ángel que me quiso mirar.
Y se vuelve toda tristeza,
cuando mi canto oye llorar.
Me mira y dice, -no tengas penas-
la luz de la aurora te aliviará.
Rafa Marín
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