Tu susurro en mi oído,
dulce canto de sirena
y mis labios en los tuyos,
mientras tapas mis orejas.
Yo no te puedo oír
y de eso no te quejas,
porque no me dejas decir,
lo que la prudencia aconseja.
Tú, que no paras de gemir
y yo, de tu mar soy:
quilla, mástil y velas.
Rafa Marín
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