Vuelvo a la sala de curas, me miro la
herida y sonrío, se que esta es la última vez que me coge en sus manos. Hay
poca gente, solo tres hombres muy viejos y otro, que está sentado tras una mesa
y cuya edad es indefinible. Entrego ni tarjeta sanitaria al de la mesa. Éste
sin levantar la vista, comprueba algo y me dice.
- Espere ahí.
Señalando unos asientos de madera.
Todas las puertas están cerradas y parece que reina la paz.
Mientras espero, me dedico a escribir unas pocas letras en un papel, pensamientos y algún poema sin sentido.
Suena un chasquido.
De repente, el señor de la mesa, poniéndose en pie, mudo y austero de gestos, toca el hombro de uno de los presentes, invitándolo a seguirle. El hombre nos mira y parece triste, nos saluda con la mano y desaparece tras una puerta.
Va pasando el tiempo, tras un buen rato, entra un chico muy joven, casi un niño diría yo. Se dirige al señor de la mesa y repite el ritual por el que pasamos todos.
Pasa otro rato y se oye un chasquido, uno de los viejos levanta la cabeza y nos mira. El de la mesa, se levanta cansino y se acerca a él.
Pienso.
- Que intuición.
En ese momento caigo en la cuenta, por donde ha salido el otro, porque no lo he visto salir.
Me entran dudas, y si...?
- No seas paranoico, me digo mentalmente.
El tiempo parece que se ha detenido, miro la libreta, está llena de signos que no comprendo.
Suena otra vez el chasquido, miro al señor de al lado, mientras el de la mesa se levanta y va a tocarle el hombro. El pobre brinca al sentir el peso de la mano.
Me mira, hace un amago de sonrisa y desaparece tras de la puerta.
Ahora estamos solos el chico y yo, no me atrevo a preguntarle que hace solo en la consulta.
De pronto entran un grupo de chicas y chicos, 4 mujeres y cuatro hombres, ninguno sonríe aunque van vestidos de fiesta.
Pasa otro rato, se me está haciendo eterna esta espera.
De repente el chasquido, me sobresalta, todos levantan la cabeza y miran.
El de la mesa se levanta y se dirige hacia mí, me va a tocar el hombro, pero yo me levanto antes, esquivo su gesto.
- Hoy es mi última vez, le digo sonriente.
Él, mirándome a los ojos me responde.
- Siempre lo es para todos.
Me acompaña hasta la puerta, entro y esta se cierra.
Hay un largo pasillo que desciende paulatinamente hasta la siguiente puerta. En ella hay un cartel...
EMPUJE
Empujo y al otro lado se ve un embarcadero y un hombre sentado en una barca.
En el pecho lleva una acreditación con su nombre.
Sr. Caronte, reza en la misma.
- Espere ahí.
Señalando unos asientos de madera.
Todas las puertas están cerradas y parece que reina la paz.
Mientras espero, me dedico a escribir unas pocas letras en un papel, pensamientos y algún poema sin sentido.
Suena un chasquido.
De repente, el señor de la mesa, poniéndose en pie, mudo y austero de gestos, toca el hombro de uno de los presentes, invitándolo a seguirle. El hombre nos mira y parece triste, nos saluda con la mano y desaparece tras una puerta.
Va pasando el tiempo, tras un buen rato, entra un chico muy joven, casi un niño diría yo. Se dirige al señor de la mesa y repite el ritual por el que pasamos todos.
Pasa otro rato y se oye un chasquido, uno de los viejos levanta la cabeza y nos mira. El de la mesa, se levanta cansino y se acerca a él.
Pienso.
- Que intuición.
En ese momento caigo en la cuenta, por donde ha salido el otro, porque no lo he visto salir.
Me entran dudas, y si...?
- No seas paranoico, me digo mentalmente.
El tiempo parece que se ha detenido, miro la libreta, está llena de signos que no comprendo.
Suena otra vez el chasquido, miro al señor de al lado, mientras el de la mesa se levanta y va a tocarle el hombro. El pobre brinca al sentir el peso de la mano.
Me mira, hace un amago de sonrisa y desaparece tras de la puerta.
Ahora estamos solos el chico y yo, no me atrevo a preguntarle que hace solo en la consulta.
De pronto entran un grupo de chicas y chicos, 4 mujeres y cuatro hombres, ninguno sonríe aunque van vestidos de fiesta.
Pasa otro rato, se me está haciendo eterna esta espera.
De repente el chasquido, me sobresalta, todos levantan la cabeza y miran.
El de la mesa se levanta y se dirige hacia mí, me va a tocar el hombro, pero yo me levanto antes, esquivo su gesto.
- Hoy es mi última vez, le digo sonriente.
Él, mirándome a los ojos me responde.
- Siempre lo es para todos.
Me acompaña hasta la puerta, entro y esta se cierra.
Hay un largo pasillo que desciende paulatinamente hasta la siguiente puerta. En ella hay un cartel...
EMPUJE
Empujo y al otro lado se ve un embarcadero y un hombre sentado en una barca.
En el pecho lleva una acreditación con su nombre.
Sr. Caronte, reza en la misma.
Fin
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario