Esta historia empieza con una mirada
profunda, ese tipo de miradas que despierta la desolación de unos campos yermos
y una niebla espesa.
No había nada que mirar, pero él, se
sintió obligado a no bajar la cabeza. Todo alrededor era silencio, sólo la
mortecina luz del amanecer le hacía sentir vivo. Sabía que ese sería su último
día.
- Que triste, morir sin sentir el brillo del
sol en la cara, pensó.
- ¿Dónde estarán los viejos amigos?
- ¿También les llegó su hora?
Decidió enfrentarse a su destino, y
tomando la espada, avanzó resuelto. Caminó y siguió caminando, sintiendo la
humedad de la tierra bajo sus botas, impregnándose de su perfume y cada vez con
menos dudas.
El tiempo, que no podía medir, se le
antojó liviano y a la vez eterno. Como el batir de alas de un colibrí, atado a
su necesidad por el néctar de la flor.
¿Dónde os escondéis, mercenarios Thanos?
Grito a la nada.
Su voz pareció hundirse en el gris, como
se hunde una gota de rocío entre la hierba, sin eco ni respuesta.
Comenzó a desesperar, nadie sería testigo
de su valor, de esa hombría tan laureada en lo remoto de los tiempos.
De pronto, notó como un murmullo, lejos,
siempre delante, siempre oculto por la densa niebla.
Aceleró el paso, y casi a la carrera llegó
al primer destello de luz. Se detuvo, nunca dirán de él que corrió, y menos
cuando es la misma muerte a quien se enfrenta.
Reanudó su paso firme y la luz cada vez
más intensa, le rodeó. Parecía que le atravesaba, que se llevaba su alma y
absorbía su propia identidad.
- Que tristeza siento, pensó otra vez,
nadie está a mi lado, nadie quiere iniciar este viaje de mi mano.
La luz dejó de molestarle, ya no sentía la
vida bajo sus pies y de repente todo fue oscuridad.
- ¿Este es el final?
- ¿Así me abraza la muerte?
Comenzó a reír a carcajadas, cuando sintió
que una mano tomaba su mano y lo guiaba.
- No temas, oyó decir, ahora estás fuera
de todo sufrimiento.
- ¿Quién eres? Musitó.
No obtuvo respuesta, pero se dejo llevar,
como una nube en el cielo se deja llevar por el viento.
Toda sensación, miedo, felicidad o
tristeza, desaparecieron. Sólo se dejó llevar, sin más necesidades y sin saber
por cuánto tiempo.
Nunca supo en qué momento murió, ni por
qué mano. Nunca supo de su funeral ni de los llantos, quizás fue lo único
bonito de su muerte, que le sorprendió durmiendo.
Fin
Rafa Marín
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