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jueves, 19 de diciembre de 2019

Un amanecer (relato corto)


Esta historia empieza con una mirada profunda, ese tipo de miradas que despierta la desolación de unos campos yermos y una niebla espesa.

No había nada que mirar, pero él, se sintió obligado a no bajar la cabeza. Todo alrededor era silencio, sólo la mortecina luz del amanecer le hacía sentir vivo. Sabía que ese sería su último día.

- Que triste, morir sin sentir el brillo del sol en la cara, pensó.

- ¿Dónde estarán los viejos amigos?

- ¿También les llegó su hora?

Decidió enfrentarse a su destino, y tomando la espada, avanzó resuelto. Caminó y siguió caminando, sintiendo la humedad de la tierra bajo sus botas, impregnándose de su perfume y cada vez con menos dudas.

El tiempo, que no podía medir, se le antojó liviano y a la vez eterno. Como el batir de alas de un colibrí, atado a su necesidad por el néctar de la flor.

¿Dónde os escondéis, mercenarios Thanos? Grito a la nada.

Su voz pareció hundirse en el gris, como se hunde una gota de rocío entre la hierba, sin eco ni respuesta.

Comenzó a desesperar, nadie sería testigo de su valor, de esa hombría tan laureada en lo remoto de los tiempos.

De pronto, notó como un murmullo, lejos, siempre delante, siempre oculto por la densa niebla.

Aceleró el paso, y casi a la carrera llegó al primer destello de luz. Se detuvo, nunca dirán de él que corrió, y menos cuando es la misma muerte a quien se enfrenta.

Reanudó su paso firme y la luz cada vez más intensa, le rodeó. Parecía que le atravesaba, que se llevaba su alma y absorbía su propia identidad.

- Que tristeza siento, pensó otra vez, nadie está a mi lado, nadie quiere iniciar este viaje de mi mano.

La luz dejó de molestarle, ya no sentía la vida bajo sus pies y de repente todo fue oscuridad.

- ¿Este es el final?

- ¿Así me abraza la muerte?

Comenzó a reír a carcajadas, cuando sintió que una mano tomaba su mano y lo guiaba. 

- No temas, oyó decir, ahora estás fuera de todo sufrimiento.

- ¿Quién eres? Musitó.

No obtuvo respuesta, pero se dejo llevar, como una nube en el cielo se deja llevar por el viento.

Toda sensación, miedo, felicidad o tristeza, desaparecieron. Sólo se dejó llevar, sin más necesidades y sin saber por cuánto tiempo.

Nunca supo en qué momento murió, ni por qué mano. Nunca supo de su funeral ni de los llantos, quizás fue lo único bonito de su muerte, que le sorprendió durmiendo.



Fin

Rafa Marín 


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