Longevas esta suerte de desgracias,
que sin pelo nos dejan.
Allá,
donde hasta el diablo es joven,
dejé lo mejor de mi cabeza,
la melena.
Suspiros supe despertar y ahora,
entre la testuz y las cejas,
no crece ni la verdad.
¡AY!
Dónde dejó dios su bondad,
que ni el diablo me lleva.
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario