Soy como un maestrillo viejo y cansado. En
lo que me adiestraron, fui el mejor. Como dicen por ahí, un referente. Un gran
silencio y demasiados secretos. Hoy, mirando las viejas fotos casi me puse a
llorar, como cuando era un chiquillo hambriento y asustado.
Me pregunto si esta ceguera que atrapa mis
ojos, no es el justo castigo, por haber visto demasiado. Pero ya todo da igual.
Cada atardecer, cuando cierro el viejo cuaderno y enciendo el único
cigarrillo que me dan, pienso.
La vida se portó medianamente bien. Fue un
largo y duro camino, tanto, como placentera es esta vejez. Hubo piedras y
también yunque y martillo, la necesidad se cebó, pero encontré los mejores
amigos, derrocaron por mí, su vida y su piel.
Los recuerdo, tengo de ellos, a veces
momentos sencillos y otras, otras un infierno al que volver.
Los vi partir, a cada uno de ellos, sin
chistar y sin necios revuelos, madrugadas de la soledad. A veces por la mano
del destino y otras por propia voluntad.
Ahora, cuando sobre la almohada me
reclino, sus voces siento y las oigo, como al murmullo del mar.
¿Quizás mañana no me levante, quién sabe?
Pero la noche me invita a soñar y no tengo necesidad de aullar estos viejos
lamentos que tanto tuve que callar. Así, que si me permiten un consejo. Dejen
los miedos atrás, elijan un destino al que llegar y con quien compartirlo.
¿Quién sabe? La vida nunca deja de
sorprendernos.
Fin
Rafa Marín
Nice
ResponderEliminarGracias Ana
ResponderEliminarPrecioso. ❤️
ResponderEliminarGracias, Elena.
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