Contra ti, nada me previno.
Ni la lluvia cuando canta,
ni las flores junto al camino.
No te vi venir en las montañas,
ni en la sombra de los pinos.
Por sorpresa tu mirada,
se clavó en los ojos míos.
Pura como los lirios de agua,
como cielos de azul infinito.
Nadie me supo decir,
que tú eras la mañana,
la luz que brilla en mí.
Ahora, escondido, mi voz calla,
y mis manos sólo saltan,
como las cuerdas del violín.
Melodía que se dispara,
canto que no tiene fin.
Nadie quiso que te mirara,
que mis labios dijeran aquí.
Que eres la más dulce muchacha.
La única razón de mi existir.
Rafa Marín
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