Ella no necesita perdones,
es esa sonrisa siniestra,
que arrastra a los corazones.
A veces viene con ausencias y,
otras a manos de pelotones.
Siempre a su labor dispuesta,
rendición sin condiciones.
No importa a la hora que venga,
ni cuales fueron tus acciones.
Sobre tu hombro su mano negra,
será lo último que reconoces.
Rafa Marín
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