Cementerios de altas tapias,
que no dejan mirar al mar;
de antiguas tumbas olvidadas
y nichos de primavera eterna.
Esos de sombras enquistadas,
con su tristeza perpetua,
jugando con la eternidad.
Los visito y medro en su fragilidad,
entre los silencios que orquestan,
las aves que sus aleros esquivan,
como los mirlos sus ramas yermas.
Cementerios de ciudad perdida,
entre las arenas que no tienen,
ni pasado ni ganas de recordar.
Allí donde no crece el musgo,
donde todo es blancura sin piedad,
caminos ordenados y gravilla,
que no suena bajo las pisadas.
Cementerios, pulcros y cuidados,
en los que habita esa hipócrita,
deslealtad de quienes los visitan.
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario