Al olivo mil lágrimas de cristal,
ramas que son olvido.
¿De qué sirve recordar,
si entre sus frutos marchitos,
se coló la necesidad?
¡Ay! Las noches de duro frío,
tus manos que son un lodazal,
siempre llenas de castigo.
Nunca se cansaron de mendigar,
el perdón de los que no vivimos.
Encumbraron tu funeral y,
te llevaron al cielo de los malditos,
no sirve de nada, todo da igual.
Entre mis ojos ya vacíos,
sólo eres aquel muerto sin paz.
Rafa Marín
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