A lo lejos lo vio, una tosca y negra
estructura de hierro. Apenas medio metro más ancho que el tren que lo cruzaba.
Situado sobre la angosta garganta,
separaba más que unía a los dos países. Fue el fruto de una amistad ya
olvidada, un mudo testigo de la falta de voluntad de los hombres.
Tanto a un extremo como al otro, sendos
cementerios homenajeaban a los que perdieron su vida para dar vida a su
intención.
Podría decirse, que su principio y su
final, estaban coronados por la muerte.
Desenvolvió la manta de viaje, su eterna
compañera, la extendió en el suelo y fue colocando sobre ella el material que
iba a utilizar.
La orden fue clara, no debía quedar en
pie, sin posibilidad de una reparación rápida y sin dudas sobre quien lo hacía.
La noche se acercaba, con la lentitud con
la que llegan las hojas al meandro al final del verano.
Estudió las columnas y cuál era la manera
más fácil para la voladura. No tenía prisa, no sería la urgencia quien hiciera
fallar la explosión.
Durante la noche fue transportando las
cajas de C-4, ocultándolas de miradas indiscretas, fue una noche larga y fatigosa,
pero la línea gris del horizonte le sorprendió a la vez que le hizo sonreír.
Tapó todo con la red de camuflaje, destapó
la pequeña trinchera y se acostó en ella, se tapó y durmió, como duermen las
gacelas o los pájaros bajo la lluvia, con esa sensación de que alguien le
atacará.
El día va pasando, la ansiedad aumenta y
mirando desde su escondite los ve venir. Son un pequeño grupo de jóvenes,
chicas y chicos que ríen felices.
Se asusta y salta fuera, con una pistola
en la mano y un grito en la boca.
No oye el disparo, nadie lo oye. Los
chicos huyen gritando, han visto a un hombre salir de la nada, armado. Nadie
vuelve la cabeza, solo corren gritando.
Al día siguiente, la policía recorre la
zona, no encuentra nada, sólo un pequeño hueco en el suelo y tierra removida.
Entregan el informe e inmediatamente, el
ejército ocupa el lugar.
Del otro lado del puente llegan los
sonidos de camiones. Son como una advertencia, no nos iremos de aquí.
El puente sigue en pie, ahora, semi oculto
por la niebla, parece más triste y abandonado.
Fin
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario