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viernes, 22 de noviembre de 2019

Un puente (relato corto)


A lo lejos lo vio, una tosca y negra estructura de hierro. Apenas medio metro más ancho que el tren que lo cruzaba.

Situado sobre la angosta garganta, separaba más que unía a los dos países. Fue el fruto de una amistad ya olvidada, un mudo testigo de la falta de voluntad de los hombres.

Tanto a un extremo como al otro, sendos cementerios homenajeaban a los que perdieron su vida para dar vida a su intención.

Podría decirse, que su principio y su final, estaban coronados por la muerte.

Desenvolvió la manta de viaje, su eterna compañera, la extendió en el suelo y fue colocando sobre ella el material que iba a utilizar.

La orden fue clara, no debía quedar en pie, sin posibilidad de una reparación rápida y sin dudas sobre quien lo hacía.

La noche se acercaba, con la lentitud con la que llegan las hojas al meandro al final del verano.

Estudió las columnas y cuál era la manera más fácil para la voladura. No tenía prisa, no sería la urgencia quien hiciera fallar la explosión.

Durante la noche fue transportando las cajas de C-4, ocultándolas de miradas indiscretas, fue una noche larga y fatigosa, pero la línea gris del horizonte le sorprendió a la vez que le hizo sonreír.

Tapó todo con la red de camuflaje, destapó la pequeña trinchera y se acostó en ella, se tapó y durmió, como duermen las gacelas o los pájaros bajo la lluvia, con esa sensación de que alguien le atacará.

El día va pasando, la ansiedad aumenta y mirando desde su escondite los ve venir. Son un pequeño grupo de jóvenes, chicas y chicos que ríen felices.

Se asusta y salta fuera, con una pistola en la mano y un grito en la boca.

No oye el disparo, nadie lo oye. Los chicos huyen gritando, han visto a un hombre salir de la nada, armado. Nadie vuelve la cabeza, solo corren gritando.

Al día siguiente, la policía recorre la zona, no encuentra nada, sólo un pequeño hueco en el suelo y tierra removida.

Entregan el informe e inmediatamente, el ejército ocupa el lugar.

Del otro lado del puente llegan los sonidos de camiones. Son como una advertencia, no nos iremos de aquí.

El puente sigue en pie, ahora, semi oculto por la niebla, parece más triste y abandonado.



Fin

Rafa Marín 

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