Apoyado en la pared temblaba,
como solo puede temblar un flan,
en mitad de un terremoto.
Recuerdo su mirada perdida
y su cámara sacando fotos.
Era mayor y no hablaba,
más viejo que nosotros,
pero inquieto nos miraba,
como si fuéramos monstruos.
La risa de las muchachas,
tan brillantes como el oro,
pero él sólo temblaba.
Saltan al aire los escombros,
los que reímos somos nosotros,
es una ciudad en guerra,
y va a acabar con todos.
Rafa Marín
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