Di, tú que eres un corazón,
que en su soledad espera.
¿Querrás algo más que mi voz?
¿Tal vez, que beba la miel,
que en tus labios macera?
Si por azar, tú, diosa,
tu piel a mis manos acercas.
No tengas piedad
y hazme sentir de ese infierno,
la dicha de mil condenas.
Rafa Marín
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