Llega la noche infinita,
cargada de tantos dolores,
pesadillas que agitan,
mi alma entre reproches.
Sólo hay paz de pastillas,
en su silencio que me acogen,
porque mi boca lo grita
y no quiero que tú llores.
Llega la noche bendita
y de tus manos su roce,
que con su paz me invitan,
para que mis ojos no lloren.
Rafa Marín
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