La tarde de oscuridad cayó,
entre silencios y pantomimas,
cubiertas por el cartón.
No quiso saber por qué
la sombra se alargó,
ni del frío en las esquinas.
El agua que mojó su lecho,
fue ayer una bendición
y hoy es solo otra desdicha,
que el camino le entregó.
¡AY! Que pobre es mi corazón,
que no cabe en mi camisa.
La tarde, ese silencio que,
entre miedos mi voz calló,
olvidado jardín de tus delicias.
Ya no busco mi perdición,
sólo quiero la paz de las malvas,
la risa del arroyo y si tú me invitas,
un café sin reproches,
que ya aprendí de otras sonrisas.
Rafa Marín
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