Antes de contar mi historia, he de
decirles que, para suerte de este planeta, yo no soy en términos generales, lo
que todos conocen como un ser humano. Procedo de otro planeta, que está situado
a cientos de años luz del sistema estelar que hoy me acoge.
Todo empezó hace mucho, por aquel
entonces, toda nuestra sociedad vivía una época de paz y armonía, era todo
perfecto, salvo por los monstruos que creamos a base de autocomplacencia.
La paz social se desvaneció con un
espejismo al fresco del atardecer, todo se volvió un caos y se buscaron
planetas a los que desplazar la violencia.
Así fue como me vi embarcado en esta
aventura que está por cumplir su 140° milenio. Se me asignó una nave y la
misión de expandir la vida inteligente, todo con el único fin de reclutar
después carne de cañón para nuestras disputas.
La llegada.
Tras un largo viaje, en el que dejamos en
manos de la suerte su final, el sistema de mantenimiento de vida nos
"despertó" a tan solo un año de nuestro destino. Aunque la verdad
velocidad de nuestro transporte era superior a la de la luz, necesitábamos
tiempo para preparar nuestros experimentos.
Desde la distancia me pareció un mundo
bello, pero al tocar tierra, descubrí su verdadera belleza, había seres
inteligentes, pero no civilización, me sentí por primera vez un ser
despreciable. Estábamos a punto de destruir lo más hermoso que jamás había
visto.
El plan supremo se puso en marcha al día
siguiente de nuestra llegada. Pero como todos los planes diseñados por nuestros
líderes, necesitaría tiempo y discreción. Secuestramos a una hembra embarazada e
insertamos en su feto, aún en su 1° semana una proteína que elevaría su
inteligencia de forma imperceptible, pero imparable.
La orden de no intervenir y dejar que todo
siguiera su ritmo, fue tan recalcada, que nos limitamos a vigilar a la mujer,
pero siendo ajenos a su suerte y la del bebé que portaba; fue devorada por un
león poco tiempo después.
Decidimos entonces, buscar en otro
emplazamiento, con un entorno menos peligroso. Así que nos desplazamos al
norte, lejos de las sabanas y sus predadores.
Tardamos algún tiempo en encontrar otra
hembra, con menos de 3 semanas de gestación, pero ahí estaba. Una joven de piel
morena y de unos 14 años; madre e hijo murieron en el parto.
Tras algunos intentos fallidos más, por
fin un niño nació, fuerte y sano.
Su vida transcurría tranquila y próspera,
nos sentíamos felices. Era inteligente al nivel necesario para nuestros propios
intereses, pronto empezó a destacar sobre los demás; fue asesinado por el jefe
de su tribu, en un arranque de violencia injustificada.
Al entender que en aquella zona, los jefes
tribales eran, cuando menos violentos e impredecibles.
Así que, abandonamos aquella próspera
región y nos dirigimos al este.
Fueron pasando los años y por diversas
causas, todos y cada una de las personas que elegimos para nuestra causa,
morían antes de llegar a la edad adulta.
Aquella consigna inviolable, era un
hándicap, pero al parecer muy necesaria.
Tras miles y miles de intentos, todos
fallidos, al fin hemos descubierto que esta raza de seres humanos que habitáis
este planeta, nunca conseguiréis de manera artificial el nivel de inteligencia
que requerimos.
Claro está que lo seguiremos intentando,
pero hasta nosotros tenemos fecha de caducidad, ya nos sentimos viejos y
cansados.
En el fondo me alegro de esta situación,
porque en caso de que alcancemos el éxito en nuestra misión, este planeta
estará acabado.
Para ser honesto, tuvimos un par de
logros, pero estos murieron sin descendientes, fueron Julio Cesar y Adolf
Hitler.
Os deseo la mejor suerte del universo,
pues ya saben la suerte que les espera.
Fin
Rafa Marín
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