Miro, sin esperanza y sin parar,
esa pestaña con sabor a olvido,
porque se niega a dejarse mirar.
De mi jardín, las rosas que cultivo,
incluso las azules olas del mar,
se niegan a estar hoy conmigo.
¿Qué otros castigos la tarde traerá?
Que sin ser siquiera conocidos,
su cabeza me mandó desterrar.
Rafa Marín
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