A veces me asomo a la oscuridad
de sus cuencas vacías,
para tocar su sonrisa sin miedo.
Pero ella y yo ya nos conocemos.
Así, que se va en la noche y no me mira.
La llamo, eres mi señora, recuerdas,
¿una vez nos amamos?
Me señala con un descarnado dedo,
pero no me ve temblar.
Anoche, porque aún lo veo,
no me quisiste llevar, pero te asomaste.
Quizás de mí querías algo más que mi carne,
y tan solo necesitabas mi maldad.
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario