Sucumbo a este frenesí de la nostalgia,
al ruido de una música entre dolores,
escribir sin sentir del día los colores,
mientras todo en derredor cambia.
Ya no le escribo, nunca le hizo falta,
es esa musa que no quiere perdones,
siempre rodeada por los mejores,
maldita la vida que aún la maltrata.
La admiro, porque no es reina ni santa,
quizás conmigo ande entre recortes,
es una sirena entre los hombres,
embruja sin que cantar le haga falta.
Rafa Marín
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