Era sólo una tristeza,
como un trozo de carne;
cosecha del oscuro lupanar.
Se sentía usado y vencido,
mascado, lomo de montura,
que ansia de una vez llegar.
En sus manos un vacío,
cuatro cobres y un pan.
La cosecha de todo un año,
cenizas que no puede tragar.
Pero en la suerte aún confía,
ese fruto amargo de la necesidad;
si por ventura a él le tocase...
Así, con esa tristeza ya eterna,
mira los días que dejó atrás,
la dura película de su puta vida,
preguntándose, ¿ cuando acabará?
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario