No busques una lámpara,
sobre la que colgar tu felicidad.
Ella es la luz que te ilumina,
aunque tú te quieras columpiar
como una niña temerosa,
bajo los techos de la soledad.
No busques mis ojos,
que no tienen esa conciencia;
mi mirada ya no brilla,
es el frío reflejo de un cristal.
Un fantasma en los páramos,
un girón de niebla y humedad;
cansada vida que quiere escapar.
No quieras colgar tu pura risa,
entre estos lares infecundos,
los dioses ya olvidaron el hogar.
Ahora cantan satisfechos,
pues bajo sus pies todo es soledad.
Rafa Marín
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