Sentado bajo
las ramas
de este olivo
espero
a que llegue
la noche
y se apaguen
las luces
del solitario cortijo.
En las manos
tengo
un puñado de
aceitunas,
verdes para
con ellas
llamar a tu
ventana
y saber si
quieres verme.
Aquí sentado,
espero y pienso
que locura estoy
cometiendo.
Si se entera
tu padre
puedo darme
por muerto.
Tú eres la
niña del amo,
yo un pobre
labriego.
De fuertes manos
rudas
y piel curtida
al viento.
Con mis ojos
negros
y un amor en
el pecho.
Rafa Marín
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