Que difícil se
hace encontrar
ese verso que
sin parecer triste
cuente todo lo
que hoy
te echo de
menos.
No me quejo, no
puedo,
de esta vida que
llevo.
Pero al
recordarte aquella noche
no puedo
evitarlo.
Me recorre el
alma
un
estremecimiento.
Tú, desvalida me
ofrecías
la boca en un
beso.
Y yo entre
rufián y caballero,
te ofrecía cuanto tenía
tendiéndote la
mano.
Te llevé con mi
madre,
para que
olvidaras los miedos.
Aquella primera
noche a Cyrano
tuve por
compañero.
Que dulce fue
esa semana.
Por una vez en
la vida soñaba
y las pesadillas
no me visitaban.
Rafa Marín
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