Acudo a la llamada
incesante
de mis peores
demonios,
me dejo arrastrar
al fondo
del abismo de los
celos.
Me miras con una
sonrisa,
el triunfo en tu
cara se pinto,
en silencio miro te
dejas abrazar
por sus lujuriosas
manos.
Aguanto el llanto
que me oprime,
tenaza al rojo en
mi garganta
y salgo buscando
bajo la lluvia
la paz que me
libere del insultado ego.
Al poco él también
huye,
en tus ojos ha
descubierto esa maldad
que como mujer tan
bella te hace.
Calmados ya mis
demonios vuelvo.
Para encontrarte en
brazos de otro.
Escena que tu
capricho repite
por tercera vez
esta fatal noche.
Rafa Marín
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