Vivo,
más por no saber
ni tener dónde caer,
que por el hecho
natural de respirar,
al entregarme ahora
a la luz de tus ojos.
Corrieron los vientos,
adivinos de esquinas,
tras tus besos rendidos,
amanecer de medianoche.
Traseras de coches espías
y camas de solteras
que me envolvían
entre susurros y miedos.
Revivir al desconsuelo
en un portal oscuro
a tus ojos sinceros
y por siempre audaces.
Tan bello fue aquel gemido,
como bellas las palabras
que cada día te dedico.
Me rescataron del ayer
sin pedir auxilio.
Rafa Marín
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