Resuenan como
martillazos
los pasos de sus
tacones altos.
Adoquines de
sucia humedad
en calles vacías
de almas.
Neones brillando
en color,
bares atestados
y humo rancio.
Sin puerto, sin
sirenas sin canto.
Algarabía de
mujeres ya olvidadas
Risotadas que
llegan amargas,
como el miedo y
la soledad.
Nada que ganar
en la apuesta,
almas que se
suicidan bailando.
Clientes
prematuros de la morgue.
Apurando esta
hora feliz
que no tiene
viejo ni triste piano.
Noches de fina y
fría lluvia,
de ansia y
muertos caminando.
Rafa Marín
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