Juego a este
juego de la palabra
que se convierte
en ridículo
mostrando de mi
interior dudas,
tan eternas como
son las noches
cuando son
insomnio y soledades.
Parapeto frágil
entre doce cuerdas
en las que te
sacude sin guantes
el destino fatal
y esperado
que tú mismo te
fraguaste.
Pero escribo por
necesidad
como lo hace la
vena sangrante
que bebe de ese
veneno mortal
de la cuchara
sucia y humeante.
Por decir, ya
sin voluntad,
este que ves
aquí huyó
dejando atrás
sus voluntades
aferrado a tu
alma Marián.
¡Ay!, que pobre
cretino
fue este corazón
parlante
que ahora sin
testigos
confiesa todas
sus necesidades.
Rafa Marín
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