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sábado, 7 de mayo de 2016

Noche helada y solitaria


Noche helada y solitaria

pasó en la cuneta tirado,

de él nadie ha reparado

por lo callado que estaba.

Sus ojos ciegos al cielo

le dedicaban un mantra,

que pueda un brazo mover

para partir con la mañana.

Así van pasando las horas

y los días que no contaba.

Hasta el último amanecer,

una cabeza llenó su mirada.

Toda vestida de blanco,

del pecho la cruz destacaba,

pura y roja como la sangre,

amable como las mismas hadas.

Quizás exista otro amanecer.



Rafa Marín

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