Me enseñaron de
pequeño,
como a un obediente perro
a no soltar nunca la
presa.
Me forzaron a no tirar
la toalla
aunque estuviera ensangrentada.
Cada vez que escribo...un
verso
...un poema, lo hago
por amor.
Y tú con tu silencio
hoy
señora, a morir me
condenas.
Soy un pensamiento libre
no soporto férreas cadenas.
Van pasando estas
horas,
se llevan mi paz y
sosiego.
Son ladronas de un
sentir
que ahora aquí me
ahoga.
Pero sigo, viejo por
fuera,
calloso con humor de
perros.
Pero por
dentro...tierno, amable
y si no feliz, al
menos sonriendo.
Rafa Marín
No hay comentarios:
Publicar un comentario