Me arrojo ciego
al colchón de la desesperación,
arredrado el
sentir por la caricia cotidiana,
suave beso en la
frente ya despoblada y marchita.
Sol del que
nacen calor y luz que no me llenan,
soy manantial en
la oscuridad, profunda cueva.
Helado manar de
una nada pertinaz y seca.
Como arenas de
un desierto sin final, soy ya,
león convertido
en "Graograman" multicolor
al que ya nadie
quiere recordar.
Arrastro tras de
mí quejas estériles,
la verdad de
estas calles hambrientas,
pesadillas de
opereta que nos quieren hacer tragar.
Para zamarrearme
la madrugada me despierta,
no quiere que me
duerma, niño asustado
en la rama cual
pájaro bajo la lluvia agazapado,
mientras allí
espera ese coma que lo duerma
y venza a los monstruos
de la conciencia infantil.
Que inocente la
mirada y que perversa el alma.
Rafa Marín
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