La belleza
del dolor
y el
sufrimiento.
Ese que en
cada soledad
nos agarra
de los huevos
y nos obliga
a caminar.
Calles que
ya
no dibujan
el sueño
y los
escaparates
del
aburrido juego.
Todo a la
venta menos eso,
la sonrisa
que enfrente
alargando
las manos queremos.
Pero sólo
nacen
amores
pasajeros de un tren,
fantasma
que no quiere parar.
Miro al
cielo
y se ve el
gris del esmog
que me
ahoga al respirar.
¿Acaso para
eso nos trajo
entre
gritos la vida?
Me niego,
que remedio,
aun en tus
rodillas
que
arrastran sentimientos,
hay la
fuerza que quiere vivir.
El cíclope
que no es más
que un
bastardo ciego,
un insensible
sicario
que lucha
por no ser la víctima.
Rafa Marín
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