Camino sin sol hacia
mi destino
que en mi
espalda esté brillando.
Camino tan largo
y tan solitario
que me lleva
hacia el precipicio.
Nadie sabrá que
me fui callando
la insensatez de
nuestros dignatarios.
Nada hubo de
digno en aquel mandato,
dejar hacer lo
que hacían los sicarios.
Mirar pasar las
horas emborrachado,
saber que la
verdad se está enterrando
y levantar la
botella, silencio maldito.
Justo entre los
justos, de Nobel premiado,
sus manos de
sangre un rastro dejando.
Que dolor siento
en los intestinos...
una úlcera que
conmigo está acabando.
Rafa Marín
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