Eres acequia fresca que corre,
bajo la sombra del matorral.
Eres fuente perpetua y yo,
aquel triste zagal.
Eres la huerta ordenada
y también el campo de trigo
y tierra húmeda en el maizal.
Eres primavera y verano,
el canto de septiembre cuando se va.
Eres ese invierno que ruge,
cuando corriendo te vas.
Y yo, que quiero ser, ese loco quizás.
Sólo puedo mirarte escondido,
tan preso del que dirán,
como el jilguero sin jaula,
que no tiene a quien cantar.
Rafa Marín
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