Que feliz en su condena,
el náufrago en su isla desierta.
Sin musas que susurran,
el náufrago en su isla desierta.
Sin musas que susurran,
sin el canto fatal de sirenas.
Si, ahí, sentado con su soledad,
abrazado por las estrellas,
aullando a la luna sin más
y sin saber de esta pena.
Yo, siempre al mástil atado,
siempre por estos sordo vigilado,
que no entienden que me llena,
más la ilusión de las miradas,
que la conquista de sus miedos.
Si, ahí, sentado con su soledad,
abrazado por las estrellas,
aullando a la luna sin más
y sin saber de esta pena.
Yo, siempre al mástil atado,
siempre por estos sordo vigilado,
que no entienden que me llena,
más la ilusión de las miradas,
que la conquista de sus miedos.
Rafa Marín
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