Tras tu puerta cerrada,
oía tu risa y la de él,
oía tu risa y la de él,
como si fueran mil demonios
que llevaran cascabel.
Me tapaba los oídos
y llorando de allí escapé;
que dolorosa era tu risa
y que maldita la suya fue.
Ahora, que te abandonó
y tan sola tú te ves,
siento triste aquella risa,
que cual condena, nunca veré.
que llevaran cascabel.
Me tapaba los oídos
y llorando de allí escapé;
que dolorosa era tu risa
y que maldita la suya fue.
Ahora, que te abandonó
y tan sola tú te ves,
siento triste aquella risa,
que cual condena, nunca veré.
Rafa Marín
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