Ahí, asomada al malecón,
veo por tus mejillas resbalar,
a veces una gota solitaria y,
otras en profuso torrente,
tus amargos pétalos de sal.
Tan calladas y tan mansas.
Todo lo daría por ahora ser
pañuelo de lino y bondad.
Pero tú, ni siquiera me ves,
tus ojos sólo miran al mar.
veo por tus mejillas resbalar,
a veces una gota solitaria y,
otras en profuso torrente,
tus amargos pétalos de sal.
Tan calladas y tan mansas.
Todo lo daría por ahora ser
pañuelo de lino y bondad.
Pero tú, ni siquiera me ves,
tus ojos sólo miran al mar.
Rafa Marín
Preciosa
ResponderEliminarGracias
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